Sigo sin entender por qué el gobierno y algunos observadores se han enzarzado en una polémica insulsa sobre si la detención de Ovidio es o no un regalo para Biden. A esta pueril tentación han sucumbido incluso agudos observadores de la agenda de seguridad, quienes han señalado que es imposible preparar algo así para que coincida en el tiempo con la visita de POTUS. En política las cosas se juzgan por sus resultados, no por sus motivaciones. Es evidente que la captura de Ovidio resulta miel sobre hojuelas para el inquilino de la Casa Blanca.
Tres años después de que AMLO se enredara en una argumentación de “tipo humanista”, que hay que recordar contó con el concurso de muchas plumas “bien pensantes” que aplaudieron la decisión de liberar a Ovidio en 2019 para evitar un baño de sangre, ahora se encuentran con que murieron 30 personas y detuvieron a Ovidio. Una de dos: o el humanismo se tomó un descanso, o lo que antes les pareció una gran idea dejó de serlo y el estado decidió que era intolerable que un criminal (pedido en extradición) se paseara por Culiacán después de haber humillado a las fuerzas federales. En 2023 la muerte de 30 fue un costo aceptable. El alto costo en vidas humanas no puede pasarse por alto, pero el gobierno en esta ocasión hizo lo correcto, pues no se dejó presionar por una fuerza irregular y claudicó. No sé qué lo motivó a la mudanza, pero el resultado endulza la Cumbre. Ahora toca extraditarlo.
La política migratoria se juzga también por sus resultados y si bien el gobierno se ha enredado con algunos asilados tóxicos, aceptar mensualmente a 30,000 personas de los “paraísos socialistas” de Cuba, Nicaragua, Venezuela y el fracasado Haití, honra la tradición de asilo mexicana, así sea por la vía de convertirnos en el tercer país seguro por cuarto año consecutivo. Engrandece a este país recibir gente de países que han decidido acabar con su economía y reducir su pluralismo como los citados. Si esta es una consecuencia de la cumbre de líderes de América del Norte creo que el resultado es tendencialmente positivo.
Queda por dilucidar qué ocurrirá en el ámbito energético. El asunto está en el marco del Tmec y lo último que conviene a México es que el diferendo vaya a un panel que podría ser funesto para nuestros intereses; ojalá que la buena disposición para haber terminado de una vez por todas con el régimen de abrazos y no balazos y proceder a la detención de Ovidio y recibir a las poblaciones de los países que AMLO defendía que asistieran a la Cumbre de Los Angeles, también impregne la decisión en el ámbito energético. No hay nada vergonzoso en buscar convergencia con los socios pues eso nos permite avanzar de manera más segura en el objetivo fundamental de hacer más seguro y próspero al país. La cumbre del 2023 sella en definitiva la vinculación de México con América del Norte y ocurre con un gobierno de izquierda que hace 30 años cuestionaba el libre comercio y hoy se ha convertido en su paladín. Norteamérica es nuestro destino. Ahora las prioridades deben ser profundizar el diálogo con la diáspora y mejorar decididamente la imagen de México los Estados Unidos en que sigue siendo la de un país pintoresco, folklórico y violento y no la de un socio confiable sólido y previsible.