Menos mal que tenemos Ejército, que saca las castañas del fuego a nuestros inconstantes gobiernos. Antes lo hacía de forma supletoria al apoyarlos en seguridad pública y ahora AMLO reconoce que, ni la Secretaría de Seguridad, ni Gobernación, pueden liderar la Guardia Nacional. Tranquiliza, por supuesto, que haya una última línea de mando que asegura estabilidad, pero no es una buena noticia, pues demuestra la incapacidad congénita para construir una policía federal.

Si analizamos los últimos 30 años, veremos que el comportamiento institucional en seguridad ha sido zigzagueante e inestable. A diferencia de lo que ocurrió en materia económica, en la que tres décadas han servido para forjar un Banco Central autónomo, un SAT funcional y una burocracia profesional, en seguridad domina la improvisación sexenal. Buena parte de los responsables de la seguridad no son profesionales que hayan desarrollado su carrera en la corporación a la que pertenecen, como ocurre con los militares y los diplomáticos o la burocracia del Banco de México. Omar Fayad, hoy gobernador de Hidalgo, fue el primer comisionado. Después vino Gertz quien rediseñó las estructuras de seguridad y hoy es el Fiscal General. Después vinieron otros hasta llegar a Alfonso Durazo quien usó la Secretaría como plataforma para proyectar su proyecto político en Sonora. Supongo que cuando los incentivos más importantes están en el desarrollo de una carrera política, el corto plazo domina sobre el largo. Nadie quiere invertir más tiempo del estrictamente necesario para saltar al siguiente nivel. Son escasos los incentivos para desarrollar una carrera lejos de las vanidades políticas. Tal vez por ello no sea tan mala idea que la Guardia pase a control del titular de la Sedena.

Es aberrante el desgaste institucional que provoca el trasiego de la seguridad. Primero pasó de Segob a la Secretaría de Seguridad, que nació en el gobierno de Fox sin la función de inteligencia (la retuvo Medina Mora); después vino Calderón y le dio todo el poder a García Luna sin generar los mecanismos de acoplamiento de la estructura territorial. El golpeteo al que Calderón fue sometido lo capitalizaron los gobernadores Peña y Osorio Chong, que tenían un mediocre desempeño en seguridad y le dieron un giro marcadamente político, pues reconcentraron las funciones en Gobernación con resultados muy pobres. El edificio construido por Peña fue desmontado por AMLO quien recreó la Secretaría de Seguridad de corta vida, pues el diagnóstico presidencial es que su función principal no ha sido cubierta y por tanto su propuesta es que enviará la Guardia a Sedena. ¿Qué le va a quedar a la Secretaría de Seguridad? ¿Protección Civil? La inteligencia de tipo criminal tendría que emigrar, con la Guardia, a la órbita militar, aunque voces como Carrillo Olea han recomendado al Presidente que conserve un órgano de inteligencia estratégica. Veremos.

En 25 años, no ha habido, pues, continuidad en la tarea de construir instituciones y en este sexenio, en el que parece más importante discutir la forma en que entrevista León Krauze (a quien abrazo) que en atender los asuntos de Estado, menos. Pensar que habrá una oferta seria para conservar la Guardia como un patrimonio del Estado mexicano se ve cada vez más remoto. Es una pena. Con sus agresivos zigzagueos, el Presidente le ha puesto a la Guardia Nacional su sello y, por tanto, es muy triste, pero no descabellado, suponer que la campaña del 2024 girará en torno a ese tema y en el próximo sexenio volveremos a empezar. Qué tedio y qué miedo.

Analista político.
@leonardocurzio

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