Una vez resuelto el tema de la consulta, se dice que vamos a una democracia participativa. No sé si es un cambio sustantivo, a mí me recuerda más el régimen de Napoleón III que una profundización de la democracia, lo que es evidente es que la Corte le regala al Ejecutivo una campaña con todas las de la ley. Sigo sin ver claro lo que nos preguntan, pero supongo que es lo de menos. La función principal era dar al Ejecutivo la posibilidad de estar presente en las campañas y eso se consigue con contundencia. La Suprema hizo malabares para no contradecirle; igual que el Tribunal Electoral con la encuesta para la dirigencia de Morena. El Ejecutivo gana todo y además lo hace ajustado a derecho.

Ahora bien, la concentración de poder, cual sangrienta paradoja, se convierte en el principal problema del Presidente. Algo similar le ocurrió a Peña entre el 2013 y 2014 quien se vio con un Pacto por México aprobado y falló porque fue incapaz de implementar y cambiar. El discurso y las leyes no mueven montañas. El juicio al pasado tampoco. Un Presidente poderoso moviliza simbolos y moldea estados de ánimo, pero reduce su capacidad de distribuir culpas por la falta de resultados. Las democracias deben dar resultados y hay dos frentes en los que AMLO nos sigue debiendo.

En economía el escenario más probable es que al terminar el sexenio nos quedemos como en 2018. Pobre desempeño. La recuperación, además, se dará en forma de K: los más eficientes se recuperarán rápido y los medianos y chicos tardarán. Más mexicanos sobreviven en la informalidad y dependen de apoyos del gobierno y remesas para capear el temporal. Son muy vulnerables. La democracia participativa consuela y divierte a sus promotores pero no cambia sola trayectorias vitales. El gobierno debe entregar bienes públicos que reduzcan desigualdades y no solo ideología. No hay democracia que pueda eludir esa obligación. Demos y cratos, pero también pan y tortillas, mayor esperanza de vida y mejor educación.

Una democracia debe proveer seguridad. El tema ha adquirido gran relieve por la salida de Durazo. La descompensación en el gabinete es motivo de análisis por el enorme poder que concentran los militares. Ya tienen el control de puertos que, por cierto, llevó a la salida del secretario de Comunicaciones. El Ejecutivo deberá dar resultados ya; no hay posibilidad de argumentar que otros poderes han obstaculizado su estrategia. El Congreso le ha dado lo que ha pedido: leyes, redefinición institucional y presupuestos. El fiscal Gertz se ha mostrado cooperativo hasta el extremo de aportar dinero para la rifa. Más no puede pedir. Los militares y marinos han ganado más espacio y ahora el tema es si el próximo secretario del ramo equilibrará el poder de las fuerzas armadas. No es una decisión menor. De ella depende la simetría de las relaciones cívico-militares al interior del gabinete. En cualquier caso, es también privilegio del Ejecutivo.

Sea cual sea la designación, parece claro que García Harfuch tiene muchos críticos al interior de la 4T y la posibilidad de mover a Santiago Nieto a la titularidad lo llevaría a recomponer las funciones que hoy tiene como “látigo de infieles” y gran instrumentador de una política eficiente y agresiva. Veremos.

Lo que está claro, es que más allá de los artificios y de las nuevas etiquetas de la democracia, ésta debe ser eficaz. Juzgar al pasado da oxígeno politico, pero eso no hace al país ni más seguro ni más próspero. El Ejecutivo lo tiene todo, incluida una inesperada campaña electoral por cortesía de la SCJN, para dar resultados. El tiempo corre.

Analista político.
@leonardocurzio

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