La política exterior no es una prioridad de esta administración. Y, cual sangrienta paradoja, si no fuese por Trump (que nos recuerda una y otra vez que el exterior puede ser una fuente de inestabilidad) el gobierno de AMLO se hubiese cobijado en una inercia principista o en su doctrina de que la mejor política exterior es la interior (digna del Doctor Pasavento de Vila Matas, que practicaba el arte de desaparecer). El presidente sigue sin ofrecer un discurso general sobre la forma en que la Cuarta Transformación ve al mundo, pero ha tomado decisiones claras.

Pregunté a un colaborador cercano del presidente las razones de su desdén por las citas internacionales y la respuesta fue: es una postura política para dejar claro que la prioridad es México, que es más importante estar en Oaxaca que acudir a la Asamblea de la ONU. No elaboraré más sobre lo que a mi juicio es otro falso dilema ¿qué tendrá que ver que el presidente honre (con su presencia) la vocación multilateralista de México con que atienda la agenda interior? Tampoco veo ningún beneficio en que él no se haya invitado al cuerpo diplomático al Informe. Creo que en Palacio urge un jefe de protocolo. La austeridad no puede descuidar las formas.

Pero voy al punto central que es la creación de un dualismo nunca visto en el pasado reciente. El presidente ha delegado la conducción de la política exterior en Marcelo Ebrard. El canciller acude al G20 y a la ONU; habla y negocia por México lo cual sería normal si el Presidente estuviese atendiendo alguna emergencia o una crisis, pero el lunes que arrancaba la ONU en su mañanera los temas eran Profeco y un capítulo más de sus dardos contra Claudio X. González. Nunca habíamos tenido, por expresa voluntad, una suerte de presidente interno y otro externo. Si existiera la figura del vicepresidente tal vez se explicaría mejor esta situación pero con esta división del trabajo el inquilino de Palacio delega una dimensión importante de su función constitucional. Además de esta dualidad, la 4T plantea una contradicción importante. Tenemos a un canciller que cumple funciones de representación extraordinarias, es el concentrador operativo de la política de seguridad fronteriza, la política migratoria y dos subsecretarías (trabajo y bienestar) le reportan directamente. Para efectos prácticos es un secretario con ocho subsecretarías, cuatro propias y cuatro de política interna. Pero lo más llamativo es que este crecimiento del poder burocrático se combina con una reducción significativa de las capacidades externas del Estado mexicano por el prejuicio de que toda promoción externa es un gasto inútil. De esta manera ProMéxico, el Consejo de promoción turística, los delegados de Agricultura y de economía han sido recortados del mapa institucional generando una pérdida neta en la representación externa. Curiosa paradoja: se refuerza la política interior y la interméstica en detrimento de la diversificación. La decisión de priorizar a los Estados Unidos es clara y ha relegado otras posibilidades como un acercamiento a China.

El alineamiento con los Estados Unidos nos ha llevado a una situación inquietante pues refleja la enorme dependencia de México de cualquier ataque o desplante autoritario de Trump. La tradición mexicana era seguir la vía multilateral para compensar de alguna manera un absorbente bilateralismo. Yo he sido (y soy) partidario de ingresar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero en el contexto actual vale preguntarse ¿qué vamos a hacer ante una crisis que nos ponga en ruta de colisión con la norteamericana? Tendríamos que buscar amigos y socios para amortiguar el golpe. La crisis de Irak la transitamos con Chile y Francia y un enorme apoyo de la Unión Europea y América Latina, pero en estos seis años de soledad es legítimo preguntarse qué ocurrirá cuando México tenga una postura tensa con la potencia. ¿ Ceder, inhibirnos, arriesgar?. ¿Buscar aliados en UE, Japón o acercarnos más a Rusia? En fin, son preguntas que irán surgiendo en los próximos años y se responderán en cada caso, pero de momento queda claro que México no parece querer asumir más función que administrar de forma obsecuente su relación con los vecinos.

Un fragmento de la conferencia de clausura del XXXIII Congreso de @AMEI.

Analista político.
@leonardocurzio

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