A Ciro, ejemplo de entereza y gallardía.

El Presidente ha decretado varias y sorprendentes pausas. Como si ciertos temas lo rebasaran y no tuviese capacidad intelectual, política o anímica para procesarlos, decide ponerlos en espera. El recurso denota impotencia, irritación y fatiga, acaso frustración. Es claro que Pedro Castillo le resultaba simpático y (con tono paternalista) se refería a él como hombre sencillo y humilde, pero su campirano sombrero no pudo ocultar su ánimo de golpista impotente e ineficaz. Antes que enfrentar el hecho consumado y el duro juicio de los peruanos al incapaz, optó por la injerencia grosera y después, cuando el griterío ya era ensordecedor, poner pausa, pues carece de una secuencia de movimientos prevista o una apropiada deliberación sobre las opciones.

Con España el caso es todavía más claro. Pese a que desde 2019 anunció que el asunto de las disculpas quedaba superado, su ánimo sigue herido: Felipe VI no atendió su propuesta como él esperaba. AMLO, hipersensible a las cortesías personales, tiende a ver la política internacional bajo el prisma del tratamiento personal. Sorprende que un hombre añoso y experimentado sea tan susceptible al halago o a la respuesta impersonal. Con delectación y sorpresa ha contado varias veces la forma en que el invasor de Ucrania lo llamó para preocuparse por su salud. ¡El látigo de Eurasia muestra interés en la salud del Presidente mexicano! Conmovedor. También —decía el viernes— que el mismísimo Papa se había dignado escribirle, pero el rey de España lo había ignorado. ¡A él que es el Presidente más popular depues de Modi!

El precipitador de ese viejo lamento puede ser la residencia de Calderón o que le resultara incómodo que su canciller (plan b en el juego de las corcholatas) consignara resultados favorables de la Comisión binacional. En cualquier caso, tras desahogarse, prefiere la pausa para no manejar las disonancias cognoscitivas que se derivan de una relación que lo supera por su tracción oceánica y sus múltiples expresiones.

Al decir que pone pausa proclama a todos los vientos que discursiva y mentalmente se ha quedado sin opciones.

En este contexto resulta contrastante que no registre la gravedad del atentado contra de Ciro Gómez Leyva y el efecto deletéreo de sus palabras en la plaza pública. No ha ponderado la gravedad de los hechos y las implicaciones que tiene atentar en plena CDMX en contra de Ciro. ¿Significa que alguien vino a desafiar en el terreno de su candidata favorita el poder del Estado? ¿El mensaje es que nadie está seguro y que igual que atentaron contra García Harfuch pueden atentar contra cualquier figura pública y complicar la vida de un gobierno? La malquerencia del Presidente con el periodismo en general y con Ciro en particular, lo ponen en una esquina francamente incómoda. Sin embargo, para mi sorpresa, en sus jeremiadas estigmatizadoras no ha decretado pausa.

Poco después de expresar solidaridad a Ciro, descargaba metralla contra Krauze y Aguilar Camín, dejando expuesto el profundo dolor que esos intelectuales y periodistas le causan.

El Presidente deja claro que la pausa es su mecanismo de escape ante la frustración: ¡paren el mundo que me quiero bajar! No decreta pausa, sin embargo, en aquello que claramente está envenenando la vida pública y está alimentando el clima de violencia en contra de periodistas. Allí es donde debería imponerse una pausa y pensar si puede gobernar con una tormenta emocional de celos, resentimiento y frustración sobre sus hombros, o dar a su atribulado ánimo una pausa navideña.

Analista. @leonardocurzio

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