En la insufrible pauta de publicidad política (a la que nos someten los partidos políticos por disposición legal) en los cortes comerciales de los medios electrónicos, el PT (socio destacadísimo de la 4T) tiene un spot pegajoso con una promesa tentadora: bajar el IVA al 10%.
¡Es una fantástica idea para un populista fiscal!
Si ésta se sometiera a una encuesta con un apetitoso preámbulo que dijera: ¿está de acuerdo en que para favorecer la economía popular, erosionada por la políticas neoliberales, se reduzca el IVA al10% y así permitir un incremento del poder adquisitivo de las clases populares?
La pregunta podría aderezarse con algunos comentarios de contexto sobre la “burocracia infecta” que consume 8 billones de pesos de presupuesto y que por dejadez o amafiamiento no ha resuelto crímenes tan atroces como el de Ayotzinapa. No sigo para no dar ideas, pero es claro que el planteamiento tiene tres debilidades: a) el sesgo de la pregunta. b) la insuficiente información que se está dando al encuestado. c) las consecuencias potenciales no explicadas en la pregunta.
El gobierno por encuestas es un riesgo que identificó con claridad Sartori. Trasladar al ciudadano temas técnicos es una forma de romper con el principio de representación que por antonomasia tiene el Congreso. En el fondo, con este tipo de procedimientos, se busca legitimar una decisión sin tomar en cuenta la argumentación técnica imprescindible en una discusión sobre la hacienda pública y las responsabilidades que tienen tanto el gobierno como los ciudadanos en mantener saludable a la hacienda pública. Aprobar un IVA reducido sería muy popular, pero irresponsable e incluso contraproducente.
La encuestocracia al igual que el directismo (una forma de gobierno basada en consultas y referenda) más que gestionar la pluralidad, busca legitimar una decisión a partir de la inducción de la respuesta, como el niño berrinchudo que pregunta su mamá: ¿verdad que soy tu consentido? Naturalmente no tiene ánimo de preguntar sino de confirmar. Así funciona la pregunta que se ha formulado al soberano sobre la composición por elección popular de un órgano técnico: el INE. El ánimo de Morena no es otro que confirmar, por la vía de una sección de las encuestas, una propuesta disfuncional y regresiva. Como han sido incapaces de desplegar argumentos persuasivos y el presidente ha insultado sin reparo a quienes disienten, ahora pretenden legitimar su decisión con fragmentos de una encuesta. Digo fragmentos porque si se atuviesen a la mínima dosis de honestidad intelectual, reconocerían que la misma encuesta de Abundis, que se usó como comparativo a la del INE, refleja que el órgano electoral tiene una aprobación del 76%. Ni Obama tuvo una aprobación similar. Es una aprobación que sólo la Armada de México tiene y que por cierto el presidente usaba hace algunos días para legitimar la aprobación del transitorio constitucional con su agresivo: tengan para que aprendan.
Han perdido el debate porque no han sabido argumentar, quieren avasallar. La encuesta de Abundis permite ver que es un despropósito hacer cirugía mayor a un sistema que funciona. Es el Congreso quien debe mantener la potestad de integrar el órgano electoral. No debe amputarse funciones para darle ventaja al ejecutivo y las responsabilidades aventárselas al ciudadano. No se vale.