Es probable que una popularidad del 60% consiga dar un salvoconducto al gobierno de AMLO y sortear la grave crisis de Ciudad Juárez. El sentido crítico de muchos se ha tomado vacaciones. Es probable también que su mayoría en las Cámaras logre bloquear la comparecencia de los secretarios para rendir cuentas de las insuficiencias del esquema de seguridad y del funcionamiento del Instituto Nacional de Migración. Esas mayorías los salvarán de comparecer, pero no pueden salvar su prestigio ya que los y las legisladoras que han decidido ser cómplices de una maniobra obstructiva a lo mejor creerán que están haciendo una operación política de altos vuelos, tratando de lavar la responsabilidad de alguna corcholata, pero en el fondo de su alma saben que están cumpliendo el papel de comparsas. Triste y, desde luego, nada humanista.

Algunos de ellos, incluido el Presidente, tendrán que digerir con sal de frutas el haber recordado tantas veces (como señalaba Verónica Ortiz) el razonamiento del ministro Zaldívar sobre la Guardería ABC, en el sentido de que la responsabilidad tenía que llegar a lo más alto por un incendio en una guardería subrogada. Ahora ha ocurrido en un recinto federal en el que lo único que se ha subrogado es la seguridad. Sangrienta paradoja: el gobierno que ha estigmatizado la subcontratación, subcontrata a una empresa para proteger a uno de los institutos que está en el corazón de la seguridad nacional. Por más pasión ideológica y lealtad férrea que se le ponga, es muy difícil comulgar con esa rueda de molino, incluso para los legisladores más serviles.

El padre Solalinde, que ha demostrado ser más hombre de partido que de Dios, trató de proveer la consabida coartada de girar cheques a la cuenta del pasado, pero ni él mismo se atrevió a replicar su indigesta absolución y es que 39 muertos son muchos, incluso para un gobierno que prefiere hablar de cualquier otra cosa menos de su responsabilidad.

La rápida reacción del secretario de Gobernación lanzando los reflectores sobre Marcelo refleja un gobierno desorganizado y caótico en lo administrativo y confusión en los tramos de responsabilidad; la falta de solidaridad entre sus miembros contrasta con la verticalidad con la que el Presidente ejerce el poder y los alinea. Además, es sabido que ambos secretarios participan con regularidad en las reuniones matutinas de seguridad. ¿Qué pudo haber pasado de las 5:30 de la mañana a la 1:30 de la tarde cuando Adán Augusto declara a López Dóriga que la responsabilidad es de Ebrard? Un ánimo de descarrilar al canciller, eludiendo una responsabilidad directa.

Lo mismo ocurre en el plano de la comunicación donde durante varios días la responsabilidad de informar recayó en Rosa Icela Rodríguez, en vez de que los secretarios directamente involucrados, o el propio presidente en la mañanera, informaran de lo ocurrido. Resultó disfuncional que en una mañanera en la que se habló hasta de los gustos cinematográficos del Presidente no se abordara con mayor profundidad el caso de los migrantes achicharrados por la cruel insensibilidad de funcionarios federales. Para acabar la disfuncionalidad, el viernes que fue a Ciudad Juárez AMLO prefirió llevar porra ¡es un honor…! que montar una guardia de honor en el lugar de la tragedia. La memoria y el sentido crítico se pueden anestesiar, pero no amputar. Al tiempo.

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