Uno de los puntos fuertes del gobierno ha sido la estabilidad macroeconómica. Desde el 2018 al 23 se ha mantenido en línea; en este último año, por presiones anímicas y políticas, el gobierno ha empezado a jugar con fuego. Con decisiones abruptas empieza a minar una posición que le ha valido no sólo reconocimiento, sino también crédito para promocionar a bajo costo despropósitos como el viejo expediente del aeropuerto; muchas voces han guardado prudente silencio con la errática política científica o algunos gestos personalistas de interferencia en la economía, como la venta de Citibanamex, con el indulgente argumento de que mantenía la estabilidad macroeconómica y que, en el fondo, era lo importante.
En este último año hay, sin embargo, 3 elementos que potencialmente pueden comprometer la solidez previa:
1) El desequilibrio que lleva el presupuesto de este año y el ánimo gastador y endeudador de un gobierno que allanó su cuesta de enero contratando 7 mil millones de dólares para empezar; nada grave si no estuviese en su último año y el hueco se lo deja a la sucesora que arrancará su ciclo con números rojos.
2) Ha decidido subir el tono cromático y proponer una gaseosa reforma de las pensiones que suena muy jugosa en lo político, pero que empieza a poner nerviosos a quienes ven el balance. El sexenio cierra no sólo con las deudas del paquete aprobado para este año, sino el compromiso que supondría para las finanzas públicas disponer de otro billón y medio. ¿Arañando dinero de los autónomos y recortando salarios a funcionarios públicos hay espacio para financiar de forma saludable la invernal propuesta? Con las finanzas públicas que hoy tenemos la muy valorada reforma de pensiones se convierte en una entelequia, igual que los trenes de pasajeros que sólo existen en el Diario Oficial y la funcionalidad de un aeropuerto que sólo existe en el discurso gubernamental. Puedes seducir con cuentas alegres a tu base, pero no a los mercados. Supongo que conforme los mercados vayan pidiendo aclaraciones, la reforma tendrá que explicarse mejor y si el presidente no quiere poner en jaque el arranque de la próxima administración, comprometiendo las finanzas públicas, tendrá que elegir: a) o renuncia a su máxima política de no procesar una reforma fiscal, cuya tesis está heredando a su eventual sucesora; o b) sin una reforma fiscal en el programa electoral de Sheinbaum, la propuesta de pensiones al 100% son espejitos, pero claro, eso eleva la presión para que el segundo piso de la 4T suponga un incremento fuerte de los impuestos.
3) Un golpe autoinfligido que proviene de una maniobra propagandística en contra de Banco Azteca. Por una venganza, presuntamente originada en oficinas gubernamentales, se puede poner en entredicho la solidez del entorno macroeconómico. La fortaleza del sistema bancario y financiero es un pilar de esa estabilidad; dinamitar el prestigio de un banco no sólo golpea a esa institución, cosa que es inicua e injusta; erosiona los fundamentos de la estabilidad macroeconómica. Ya tuvimos una crisis bancaria en los 90 y lo último que queremos es una sucesión de quiebras en los bancos. Si quieren seguir con fuegos de artificio políticos o personales y por lo tanto jugando con la estabilidad macroeconómica, podrían estar abocando al país a una innecesaria turbulencia, o de plano podrían estar cambiando el escenario de un país macroeconómicamente estable a otro que le vuelve a ver la cara a las crisis sexenales. El presupuesto con un boquete colosal es un hecho consumado, es insensato deteriorar tu posición con riesgos artificiales. Torres más altas han caído por andar con pirotecnias.