Siempre me he preguntado si el liderazgo femenino puede mejorar la gestión gubernamental; quizá por una visión exaltada he pensado que las mujeres son más íntegras, tienen una visión más compasiva e incluyente; mienten menos y son menos violentas y corruptas. Hoy estamos en la antesala de que una mujer gobierne este país y se les presenta un desafío para probar si el liderazgo femenino implica una política más decente. Claudia y Xóchitl tienen situaciones igualmente explosivas que las ponen frente a la enorme disonancia de hacer aquello en lo que creen o creer aquello que hacen. Ambas se encuentran hoy con que sus maquinarias procesan de manera impúdica los recursos y los cargos públicos.

Vaya manera de empezar el año con un striptease nacional. El más lamentable es el de Cortés, porque lo hace de manera espontánea y patética, lo cual revela que para él esas peticiones son cosa de todos los días. Es desolador que el partido que trajo la alternancia hoy esté dominado por logreros. Ya habíamos visto a los diputados del moche, pero se esperaba que los años de oposición y el batacazo del 2018 los hubiese reconvertido. No fue así: el Estado es un botín y lo natural es repartírselo a cucharadas. Eso los retrata de cuerpo entero. Moralmente queda incapacitado para hablar como un renovador y si quisiera ayudar a su causa lo único sensato sería retirarse. Para Xóchitl no hay más camino que pedir su salida, pues ¿quién podría creer que a estas alturas no están ya escribiendo en la servilleta de un restaurante cómo van a repartirse el gobierno en caso de ganar?

Por el lado oficial, la simulación ha tenido un punto de quiebre. Un gobierno experto en negar realidades y en descalificar cifras y tesis, ahora se encuentra con que una exfuncionaria decidió ponerle el cascabel al gato. Ofrece una pista del origen de los millones que han sido utilizados para el proceso de la precandidata oficial. La negación de la evidencia es reveladora porque los dichos de Sanjuana se agregan a la acusación de Marcelo Ebrard de que los recursos públicos se han usado en la campaña de Sheinbaum. El fantasma del Pemexgate, que tanto los indignó, hoy reaparece: el uso de los recursos públicos para impulsar las campañas electorales. Zedillo en su momento impulsó el masivo financiamiento público para independizar al PRI de los recursos del gobierno y hoy Morena no solamente consume todo el financiamiento público que habían prometido reducir, sino que además, según Sanjuana y Ebrard, desvía recursos públicos. En otras palabras: pueblo pobre con partidazo rico.

¿Cómo vivirán Xóchitl y Claudia la disonancia cognoscitiva, que supone la trayectoria de una exitosa ingeniera y una científica, de convivir con esas prácticas? Supongo que es algo así como un franciscano en un lupanar, donde se hace trampa al póker y se extorsiona a parroquianos; o rompen con eso o se mimetizan. Veremos. De momento no se les ve a ninguna con ánimo de romper con las viejas prácticas de caciques, de reparto de cuotas y compra de votos. La patriarcal, la de toda la vida.

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