Es muy útil revisar la forma en que se construye la opinión pública para anticipar el ánimo del electorado. Nos parezca bien, mal o regular, es lo que tenemos.

Hace una semana me hacía notar David Aponte, en el espacio que compartimos en ADN 40, los bajos niveles de atención que la audiencia prestaba a las notas de los migrantes y las condiciones infrahumanas que tienen. La gente prefiere mirar hacia otro lado y, por tanto, escucha el tema migratorio como ruido de fondo, sin tener una opinión clara sobre las responsabilidades de cada agencia gubernamental. Más que una imagen, la mayoría tiene una impresión en la que se concentra poco. Pocos días después me enteraba por una encuesta de MCCI (que dirige María Amparo Casar), que el 62% de los encuestados no sabía que la ministra Esquivel plagió su tesis. Dicho de otra manera, dos tercios de la sociedad mexicana no se ha enterado de la impostura y, por tanto, su valoración sobre el desempeño de la ministra les resulta distante y difuso.

Peor todavía resulta que el hecho de corrupción más importante de esta administración, Segalmex, es desconocido para el 73%!!!!! Tres cuartas partes de la sociedad no repara en que, con el monto que desviaron en esta dependencia (creada en este gobierno), se podrían pagar más de dos lustros del Inai, al que pretenden inmovilizar.

No es novedad que la atención pública esté atomizada; nadie pretendería que el ciudadano estuviese concentrado en política, como lo hace el llamado “círculo rojo”, pero hay un problema muy serio de funcionamiento de la democracia cuando un amplio sector está marginado del debate público y sólo cumple la función de porra o clientela. Este tema lo abordó González Casanova a mediados de los 60 en “La Democracia en México”. Un segmento amplio de la población carecía de información para participar en la vida pública. 60 años después, seguimos arrastrando el gravísimo problema de una sociedad subinformada y desatenta.

No es cuestión de repartir culpas, si el propio sistema educativo nos va ocultando información. ¿Quién es responsable de la educación política del soberano? Como pista vale la pena consultar el módulo sobre lectura del Inegi. El proceso de regresión lectora no cesa. La población lectora disminuyó cerca de 12 puntos en siete años. En el caso de los mayores (55 en adelante), la mitad no suele leer. Entre la población no lectora, el 80% dijo que no había visto leer a sus padres ni tutores. Esto puede verse como un fracaso colectivo: tenemos un amplio sector poco politizado y una decreciente franja de la población tiene como hábito la lectura. Que nadie se desgarre las vestiduras. La democracia, como anticipó Tocqueville, es el gobierno de la mayoría y sus prácticas culturales se imponen con el tiempo. En México tenemos una mayoría que se informa poco y mal, con gustos musicales que jalea el gobierno, incluso promueve conciertos masivos de los que hace apologías estéticas y blinda al ojo crítico con el argumento de que “criticarlos es clasismo”. Es el cánon popular. Espero que no acaben diciendo que “informarse es clasista” y leer “una expresión del patriarcado blanco”. Sin embargo, no hay democracia saludable sin una participación amplia de la gente en la deliberación pública y aunque al pueblo bueno le gusten las telenovelas, los talk shows y el Grupo Firme, no está de más fomentar que lea un par de libros al año.