Tenemos ya siete nombramientos del gabinete de Claudia Sheinbaum que anticipan que la presidenta electa ejercerá un liderazgo más colegiado que su predecesor. Lejos de sentirse intimidada por trayectorias brillantes y CV bien alfombrados, parece sentirse cómoda por la competencia profesional de sus colaboradores directos, es decir no disminuida su rodaje académico e internacional. Esa es su primera señal.

La inmensa mayoría de los secretarios nombrados tiene autonomía técnica y un prestigio que tutelar; no serán, por lo tanto, actores pasivos o incondicionales silentes. Tienen una larga carrera que los hace previsibles, en el buen sentido de la palabra. En el contexto actual es un punto positivo para salir de esta complacencia (casi complicidad) entre López Obrador y sus ayudantes, bachilleres y multiusos. Los nombramientos de CSP proyectan credibilidad nacional e internacional como lo demuestran los tuits y llamadas de Antony Blinken y Josep Borrell a Juan Ramón de la Fuente. El no haber entregado la Secretaría de Medio Ambiente a sus socios del PVEM es un acierto potenciado por habérsela encomendado a Alicia Bárcena, que seguramente le dará relieve a una agenda fundamental para la humanidad completa.

Es también importante que una experta en teorías evolutivas, como Rosaura Ruiz, tenga como misión la salida del pleistoceno al que las autoridades del Conahcyt redujeron al sector.

El único caso que no encaja en la lógica del “dream team” es Ernestina Godoy. La exfiscal capitalina ha hecho su carrera en la política local, que no es ningún espejo de virtudes; no tiene demasiados méritos en otros campos. Pero con su inclusión en la primera línea de nombramientos Sheinbaum acredita que su equipo cercano la acompañará y esa es su segunda señal. Cabe esperar que Omar García Harfuch y Luz Elena González (ambos con mucho mejores trayectorias que Godoy) ocupen las carteras de seguridad y energía.

La tercera señal que manda Sheinbaum es que está dispuesta a cumplir los acuerdos que le permitieron ser candidata y ganar. Está dispuesta a tener un equipo con viejas rivalidades. La presidenta cumplió el pacto y Ebrard también. En el fondo y en la forma la presidenta y el ex canciller se reforzaron mutuamente. Veremos cómo evoluciona ese equilibrio inestable, pero Claudia decidió no prescindir del secretario más eficaz del gobierno anterior, pues hay que recordar que gracias a Ebrard tuvimos vacunas en México. La rivalidad en un gabinete (como el de Lincoln) puede potenciar (o colapsar) la acción gubernamental.

El cuarto elemento es la moderación. Quienes encabezarán este primer grupo son reconocidos por su talante moderado que, espero, sea el tono general del gobierno. La presentación de la presidenta ante empresarios, que tantos aplausos sorprendentemente generó, se selló con un anuncio de contención presupuestal que se antoja difícil de cumplir a estas alturas, pero que se ha convertido en un compromiso público que no podrá eludir.

Veremos ahora los nombramientos en las secretarías políticas que son clave para entender hacia dónde se mueve el país y, por supuesto, si las señales dominantes son las de mandar a las calendas griegas la legislación secundaria que implemente las tóxicas ideas de elegir jueces y desaparecer los órganos autónomos.

Cambia el ciclo político y como decíamos hace algunas semanas: a rey muerto, reina puesta. Esa es la ley biológica de todo sistema político.

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