Concluyó la participación de México en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Fue un bienio interesante con desafíos inéditos. México arrancó su participación en 2021, coincidiendo con el retorno de los Estados Unidos al ámbito multilateral tras la victoria de Biden. Después de la retórica simplificadora de Trump, que incluyó el repudio del Acuerdo de París y el cuestionamiento de la OMS, el retorno de la potencia a la pista multilateral resultó esperanzador para gestionar la gobernanza global. Tener a los Estados Unidos en contra de la organizaciones mundiales es muy complicado.
Me parece que en términos generales el balance de nuestra participación es positivo, pues no tuvimos en ningún momento la temida confrontación entre lo bilateral y lo multilateral, que tanto aterraba a generaciones de diplomáticos mexicanos. Se demuestra ya con dos experiencias (Claude Heller y De La Fuente) que se puede tener una saludable participación en el Consejo con una política multilateral propia sin necesariamente entrar en ruta de colisión con nuestros vecinos.
México desplegó su programa de trabajo en los ámbitos tradicionales del desarme, en el que tenemos experiencia y credibilidad. Trabajó en la participación de las mujeres en la agenda de paz y seguridad de la mano de Irlanda y empujó el tema de las armas ligeras, que se ha convertido en una prioridad en todas las pistas de acción diplomática. Los asuntos permanentes de la agenda del Consejo estuvieron allí y seguirán todavía por un buen rato. Son los casos de Siria, Afganistán y muchos conflictos en África. En América Latina: Haití y Colombia.
El presidente de la República presidió, por primera vez, el Consejo de Seguridad en noviembre de 2021 y aunque su participación no generó mucha tracción en el debate global y los apoyos políticos a su propuesta de la fraternidad universal fueron marginales, finalmente no descarriló nada que pudiese ser sensible. Sin pena ni gloria.
Lamentablemente para la comunidad internacional en febrero de 2022 Rusia, miembro permanente del Consejo y por tanto con derecho de veto, decidió obstaculizar la acción del Consejo. Toda la fuerza del Consejo en materia de prevención de conflictos cesó de ser funcional al ser la potencia euroasiática la artífice e instigadora del conflicto más relevante. Ha sido, en muchos sentidos, un año perdido.
A pesar de los procelosos mares, la diplomacia mexicana consiguió transitar airosa en los últimos meses en dos puntos fundamentales: a) impulsar el régimen de sanciones para Haití de la mano de los Estados Unidos y b) que el tema de la salud mental se haya formulado como resolución del conjunto, después de que el titular de la OMS hiciera un llamado a la acción global.
No habrá sido fácil transitar el circuito Palacio Nacional, Tlatelolco, Nueva York. Se habrá hecho un trabajo de matizar las ambigüedades del presidente, quien por no irritar a Putin llamaba conflicto a lo que es una invasión en toda la línea. También se intuye que desescalaron algunas ocurrencias como la propuesta de mediación que incluía al Papa y a Modi. Pero no ha trascendido que el desajuste entre oficinas y niveles jerárquicos haya provocado fricciones mayores, como ocurrió durante el sexenio de Fox con Aguilar Zinser. De la Fuente optó por manejar la embajada con una solvencia y discreción y los temas internos se quedaron en ese ámbito. México completa, pues, con éxito relativo un ciclo más de pertenencia al órgano más importante de paz y seguridad.
¡Feliz Año Nuevo!