Las empresas se catalogan como ladronas. La filantropía ubicada en las filas de la impostura. El Estado se ensaña contra científicos y el Presidente profiere, contra la UNAM, juicios dispares e inconexos que corona con una crítica al feminismo, ambientalismo y los derechos humanos. En su facundia, mezcla desde profesores impertinentes hasta la militancia de Narro y, de forma anárquica, mete todos los ingredientes a la olla podrida; hilvana los exámenes de admisión con una crítica atrabiliaria a la producción bibliográfica. El mandatario no conoce a la UNAM. Tampoco los nuevos derechos. Su ánimo crítico no viene de manantial sereno.

No existe hoy por hoy una voz capaz de contrapesar sus derivas intelectuales. Lo dejan elaborar discursos poco rigurosos (como el de CELAC) o arcaicos como el de Campeche. No hay en su círculo una voz que le haga notar que esas intemperancias sacan de quicio la posibilidad de un debate saludable. No se puede debatir sobre falsedades. El mandatario desestima un informe de laboratorio de energía emitido por los Estados Unidos y ubica al ambientalismo en la órbita de los tontos funcionales al saqueo. ¿La COP entonces es una tonteria, las metas ambientales una patraña? Su reduccionismo impide separar en el debate las aguas limpias de las mentiras, para desembocar en una dicotomía en la que el mandatario se coloca como árbitro final. Obliga a sus cercanos a una actitud ancilar de justificar cualquier desplante en vez de mejorar la calidad argumental. AMLO puede usar el tuit de un inexistente científico para que sus seguidores descarguen sus iras sobre una comunidad que jamás lo ha insultado. Lo hace a sabiendas de que es, al mismo tiempo, amado y temido. El pueblo, como diría Maquiavelo, ama a su voluntad, pero teme a la voluntad del príncipe. Y a ver quién le dice que está en un error.

El Presidente amado por el pueblo induce a sus colaboradores a temerlo y, por tanto, a callar. Con su inquina orilla a Claudia Sheinbaum a retorcer el argumento y criticar a la UNAM de forma oblicua. O, peor aún, a la gobernadora Salgado le desautoriza su prioridad política e interviene su estado con la actitud propia de un suegro que ocupa la casa de la recién casada y acomoda hasta la vajilla. ¿Es necesario poner a la gente en una situación tan humillante para demostrar quién manda?

El Presidente ha conseguido también ser temido por la oposición; la bancada opositora en el Senado parece más coro de acompañamiento (con algún lamento) que bloque de contención argumental. Entre los empresarios, el temor de ser señalados los lleva a una pasividad con tintes pusilánimes cuando los llaman ladrones de electricidad (no de bicicletas). Muchos pensarán: si el más grande prefirió pagar la línea 12 sin chistar y las constructoras se avinieron a componendas compensatorias. ¿Quién se mete con un presidente que logró someter simbólicamente a Slim? Probablemente tengan razón. AMLO ES TAN AMADO COMO TEMIDO y atención porque las pasiones revanchistas le están ganando la partida al ánimo de construir, que en otro momento exhibió.

Puede enmendar. El príncipe, preconiza Maquiavelo, debe ingeniárselas para rehuir el odio que gesta entre quienes humilla por tener que tragar sapos amargos en aras de la supervivencia o el temor a represalias. El príncipe debe evitar aquellas cosas que lo hacen odioso, despreciable y cada vez que huye de eso, habrá cumplido con su parte y no encontrará en las otras infamias peligro alguno. Es el capítulo XIX. La UNAM vale la pena y los nuevos derechos no son la celestina de los saqueadores.

Analista político.
@leonardocurzio

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