Con gratitud a PC
2024 nos obnubila. Parece mentira que, en medio de la grave crisis del multilateralismo provocada por Rusia, amenazas de recesión y crisis alimentaria, por no hablar de los 100 mil desaparecidos, este país viva obsesionado con quién será el inquilino de Palacio.
El Presidente juega al titiritero y quiere convencer que su baza es tan fuerte que la sucesión quedará al interior de Morena, se apellide Ebrard, Sheinbaum o de otra manera. El partido del mandatario gana en todos los careos (Buendía & Márquez, 26 de mayo). Es probable también que coseche una amplia victoria el 5 de junio (por lo menos en cuatro estados) y eso consolidará su posición de campo. Su principal vulnerabilidad es la posibilidad de ruptura en la coalición gobernante si AMLO persiste en marginar o desgastar a quienes no son sus favoritos.
En el frente opositor las cosas son todavía más sorprendentes. El PRI está en una debacle electoral que se profundizará en junio si pierde Hidalgo y Oaxaca con la inestimable ayuda de sus gobernadores ¿futuros diplomáticos? Alejandro Moreno, apabullado por los audios de Layda y su paupérrimo desempeño, es un pasivo. Solo les quedará defender el desfalleciente Edomex y Coahuila. El PAN y el PRD juegan a la subsistencia mientras que organizaciones puente intentan seducir a Movimiento Ciudadano (que sigue teniendo la mejor baraja de precandidatos) para que se dé una a la gran coalición.
El error fundamental de la oposición es pensar en un paladín que desafíe al oficialismo. ¿Quién será el líder que pueda enfrentar a esa maquinaria? Entiendo la inquietud, pero no es una pregunta pertinente en estos momentos. La oposición debería activar a un conjunto de mariscales que estuviesen discutiendo con la sociedad, empresariado, academia y sindicatos las grandes agendas nacionales: ¿qué va a ser de este país en el 2024? Está claro que volver a lo anterior a 2018 sería suicida, quedarnos en la 4T obradorista, el marasmo.
Más que en candidatos, pues, deberían estar deliberando en cómo se reconstruirá la institucionalidad que permita, por ejemplo, abatir la impunidad; resolver el gravísimo problema de seguridad y justicia que vive este país, tema en el cual han fracasado todos los gobiernos. ¿Cómo vamos a rehacer un sistema educativo que sigue generando pobres, cuya trayectoria vital es que cobrarán poco y vivirán de la ayuda oficial para ser clientes o algunos serán emigrantes? Ese es el futuro que se les promete, hasta que alguien se canse de esa servidumbre política que supone tener que agradecer el pan que te comes al gobierno o ganarlo en tierra ajena en vez poder de ganártelo con tu propio esfuerzo en tu patria.
Veo a la oposición muy desencaminada y sus circuitos periféricos obsesionados con la idea de que solamente se requiere unir siglas y pensar en un líder. Hay mucho trabajo previo de reflexión y socialización de propuestas que no se ha hecho y que debió haber arrancado en 2020. La oposición sigue lastrada por una élite derrotada en el 2018 y cuya última victoria significativa ha sido oponerse a la reforma eléctrica. Faltan, en definitiva, mariscales que estén discutiendo la política ambiental, la de ciencia y tecnología y muchas otras que son necesarias para sacar al país de esta negación de sí mismo en la que la 4T nos ha instalado. Un programa que entusiasme a las mayorías es un paso previo a elegir candidato y eventualmente un nuevo inquilino de Palacio que nos saque de esa deriva (con arrebato colectivo, pues una mayoría parece estar contenta con ella) en que vivimos.
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