Hace unos días, a propósito del triunfo de Lula en Brasil, el Presidente anunciaba que con el advenimiento de gobiernos progresistas en América Latina, se abría una oportunidad inmejorable para unificar políticas y discutir nuevos modelos integración. El entusiasmo que generó el triunfo de Petro en Colombia y de Xiomara Castro en Honduras se sumaba al de Castillo en Perú y Boric en Chile. AMLO sugirió invitar a la reunión de la Alianza del Pacífico a Argentina y Brasil.
Se esmeraron para convidarlos como se presiona un amigo para que venga una improvisada fiesta de cumpleaños. Fernández aceptó y Lula recurrió a evasivas. El resultado es conocido: no hubo cumbre del Pacífico, aunque sí se celebró la ministerial. Se trató de enmendar una crisis artificial al proponer Boric una mediación con Perú, que no tiene absolutamente ninguna funcionalidad, pues el mando se recibe también de forma delegada. Lo más interesante es que López Obrador irá a Lima.
América Latina carece de articulación. Todos se gesta con entusiasmo, pero sin planeación ni seguimiento. Tenemos crisis particularmente graves como la de nuestra Numancia ¿Albania? Americana, cuyo líder fue a Moscú a defender la invasión rusa. Tenemos a un dictador delirante en Nicaragua que hoy ocupa el papel de violador principal de derechos humanos, el que los 70 cumplían Pinochet y Videla. México calla y por tanto concede. El discurso de Boric sonó con ecos retumbantes en el Senado ante la hipocresía mexicana. Pero en el fondo la más grave es la venezolana. La tragedia de ese pueblo, destruido por un gobierno demagogo e inicuo, sigue golpeando a la región completa, pues la migración de venezolanos cada vez se extiende más.
Que haya sintonía ideológica debería servir para que avanzaran ciertas agendas pero aquí entramos al corazón del problema. No tenemos un consenso, por ejemplo, de cómo enfrentar el problema de las drogas. Petro dijo que en esta materia el balance es un desastre. El colombiano impulsa un planteamiento que no tiene tracción en México, más allá de palmadas aprobatorias. Brasil arriesga un liderazgo ambiental que para México está en las antípodas de sus prioridades gubernamentales, dominadas por el desarrollismo depredador y la ampliación de la frontera agrícola.
Somos una familia disfuncional que cuando se reúne pasa más tiempo en recordar su pasado que su futuro. A Boric le mencionaron más veces las alamedas de Allende que el futuro de la región.
Los países de ASEAN, por el contrario, trabajan para integrarse con un pragmatismo confuciano y estacionando el victimismo y la vocación de derrota permanente. Los vietnamitas y los malayos trabajan con tailandeses e indonesios y todos ellos con sus exmetrópolis y China de forma multifactorial, sin escudarse en que fueron devastados por el bombardeo inclemente de los Estados Unidos sobre sus ciudades. Los habitantes de esos países no lloran por las guerras que han leído en sus libros de historia (como nosotros) sino por las que sufrieron sus padres y ellos mismos. La cantidad de lisiados, huérfanos y viudas que pueden verse en Camboya o en Vietnam no son cosas que cuente el Galeano de la región; ocurrieron en esta generación. Y sin embargo esos países han demostrado a pesar de sus rivalidades un ánimo de cooperación que hoy los lleva a crecer mucho más que el conjunto de América Latina.
Analista. @leonadocurzio