Si las variaciones Goldberg hicieron inmortal a Bach, las variaciones de opinión serán la clave de este sexenio. El Presidente puede, en un breve espacio, tener opiniones opuestas sobre un mismo tema o actor. Supongo que todos incurrimos en mutaciones de opinión, pero, en su caso, es delicado, porque el jefe del Estado no puede opinar con el desparpajo que nos es dado a los demás. O mejor aún, si lo puede hacer, pero con consecuencias cada vez mayores. La principal es su credibilidad. Una encuesta de El Financiero consignaba la caída de 20 puntos en la valoración de la mañanera y GEA reportaba que una franja importante ya no le cree nada al mandatario. Quien analice la comunicación presidencial podrá encontrar en el corpus de las mañaneras de todo, como en la panadería, desde posturas operativas y escuetas, hasta genuinos dislates como el de mandar al INE al poder judicial; desde llamados a la unidad, hasta la militancia más facciosa y divisiva.
En el espacio de 10 días, por ejemplo, el ingeniero Slim pasó de ser un empresario con dimensión y conciencia social, a que las telefónicas (¿de quién es la principal?) sean las promotoras de dos prácticas que el Presidente detesta. Una es recurrir a los jueces para defenderse por el padrón de celulares (¿cómo osan?) y la otra, “derramar dinero en los medios para organizar campañas en contra del gobierno”. Todo menos reconocer que el padrón está mal concebido y mal operado. Que genera más dudas que soluciones. Para la mayor parte de los observadores de la vida pública esta variación ya no es sorprendente. El jefe del Estado habla de manera incontenible, no atendiendo la sugerencia de Poniatowska (por cierto, me parece impropio referirse a una Premio Cervantes como Elenita, pero eso es cuestión de cada cual). El empresario, huésped de la finca de Palenque, pasó, en poco tiempo, de ser el empresario impecable, al implacable en contra de los designios de este gobierno. No es sostenible. Además, la argumentación del INAI para emprender la acción de inconstitucionalidad es tan contundente que merecería hacerse una pregunta sencilla y perturbadora: ¿por qué procede (el gobierno) de manera tan chambona, con legislaciones amenazantes? La actitud del gobierno es: nosotros queremos cambiar las cosas, no nos pidan que lo hagamos bien o nos perdamos en detalles y procedimientos, que es en esencia el reproche que el presidente le hiciera a Jaime Cárdenas. Todo es al aventón y si se lo rechazan se indignan e insultan.
Son tantas las variaciones y las invectivas que cada vez alarman menos. En el crédito del mandatario está el haber llamado a sus seguidores a acatar la decisión del Tribunal Electoral; pero en sus pasivos, está la declaración, profundamente imprecisa, de que “son los mismos funcionarios que dejaron pasar abusos en la campaña de Peña”. ¿Deberían entonces permitir los abusos de este gobierno también? Esas mismas instituciones organizaron la elección del 2018 (que el Presidente supone que es su exclusivo mérito) y las decisiones de los órganos electorales han favorecido con amplitud a su partido, incluyendo la posibilidad de seguir expresándose en las mañaneras sobre temas electorales de forma cada vez más atrabiliaria. Esos magistrados (que supongo cansados de tanta abyección) decidieron aplicar la ley, aunque en el futuro próximo podamos ver expedientes de sus personas ventilarse en la prensa. Ellos pertenecen al mismo cuerpo que le negó el registro a México Libre. Lo que es claro es que las variaciones de opinión presidencial son ya tan comunes que empiezan a dejar de ser alarmantes, pero no por ello dejan de tener efectos. El más visible, la economía estancada.
@leonardocurzio