Las campañas no han encontrado su espacio. Múltiples asuntos generan polémicas como alterar el equilibrio de poderes mediante un trasitorio o abrir el debate sobre la viabilidad del INE tras la elección. En este contexto la estrategia presidencial de estar en el centro de la elección al pedir que todos los demás se desmovilizaran, está surtiendo efecto y además con enorme éxito. El presidente mejora en todas las mediciones demoscópicas. Su posición de campo es hoy inmejorable. Sube el nivel de aprobación y se reduce el porcentaje de desaprobación. No es cosa menor, estamos hablando de dos tercios de apoyo y un tercio de reprobación. Es verdad que no consigue transmitir a su partido el abrumador porcentaje, pero si logra ubicarlo en la franja de la mayoría absoluta. Si hoy fuesen las elecciones, según una reciente encuesta de un diario nacional, el 45% votaría Morena y el PRI y el PAN no llegarían al 20% cada uno de ellos, aunque está por verse el efecto sumatorio que den sus alianzas, poco visibles por el tercer plano que ocupan las campañas. Además, la mitad de la población considera que es positivo que el presidente conserve el control de la cámara de diputados frente a un 38% que prefiere equilibrar el poder con una cámara opositora.

El presidente está ganando el debate y demuestra nuevamente sus habilidades políticas. El presidencialismo casi infalible está en auge. Pero como sosteníamos Anibal Gutiérrez y un servidor en el libro El presidente, el gigante político es un enano administrativo. Cuando se analiza la encuesta de Lorena Becerra se percibe claramente la naturaleza del idilio entre el pueblo y el presidente. La gente está agradecida con un gobierno que aunque no haga mucho, se dirige a ellos. A pesar de toda la evidencia disponible y los más de 300 mil muertos, el 58% aprueba su gestión del coronavirus. Después de haber leído el informe del Instituto de Salud global que publicó la UCSF el resultado es revelador. Si a pesar de toda la evidencia la gente cree que las cosas están bien gestionadas es que hay algo muy poderoso que une al poder político con la mayoría. Lo mismo ocurre con la seguridad y la economía. El presidente amado por el pueblo (como diría el Postino) tiene malos números y sin embargo su evaluacion global es sobresaliente.

46% considera que maneja mal la economía y sólo 32% lo aprueba; en el combate al crimen sus números son todavía peores. La gente está enamorada, pero no es tonta. 50% desaprueba su gestión de combate al crimen organizado y sólo 27% la aprueba. En su tan comentado combate a la corrupción 41% lo reprueba y 36% lo aprueba. Si alguien esperaba que su manejo displiscente del movimiento feminista le fuese a afectar, no valoró el carácter conservador (o incondicional) de su electorado y sólo el 26% considera que lo ha gestionado mal. Una de dos, o el corazón de este país sigue latiendo del lado patriarcal o al presidente se le perdona casi todo. Incluido el nombramiento de sus amigas como embajadoras. Lo que está bien valorado son los programas sociales, la educación y la salud. Por lo tanto es bastante claro que el avance de la vacunación dará valoraciones más positivas para su causa. La gente es agradecida y aunque se haya retrasado la vacuna, cambiará sus percepciones cuando se la apliquen. El presidente seguirá recibiendo fichas en su buchaca.

Me parece que un amplio sector tiene su juicio hecho y es que a pesar de la seguridad, la economía y la impunidad, la concentración de poder y la falta de certeza jurídica, la mayoría está satisfecha. Contigo pan y cebollas. Todo lo que suene a gobiernos anteriores le sigue resultando repelente a una franja importante. Y así va México hacia el éxito de un proyecto de un presidente permanentemente movilizado, pero con magros resultados de gobierno.

Analista político.
@leonardocurzio

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