Ciertas cosa no cambian en el país. El presidente, igual que lo hizo EPN, trata de matar, desde el huevo, una alianza opositora. Desde su tribuna habla en contra de ella e invoca la coherencia ideológica. El, que popularizó la etiqueta del PRIAN, se dice sorprendido por los acercamientos entre estas fuerzas. Hablar de coherencia cuando se gobierna con el naufragio de Elba Esther y con la diligente chalupa de los verdes, es morderse la lengua.

Arar el porvenir con viejos bueyes suena a restauración, por eso la 4T recuerda tanto los viejos tiempos de partido hegemónico: línea, disciplina, servilismo: presidencia imperial con ropajes austeros.

Por otro lado, hacer una propuesta de reconstrucción nacional con las dirigencias de los viejos partidos despierta inquietud más que esperanza. Entiendo que la política nunca se hace en condiciones óptimas; toda elección de interlocutores y compañeros de viaje es limitada. Casi siempre se tiene una gama de grises y se opta por lo que se considera menos malo.

Nada de particular tendría, pues, optar por vertebrar una agenda con los opositores si estos hubiesen mostrado una actitud diferente y un ánimo renovador. Empiezo por el PRI, que no estoy seguro que sea un partido opositor a la 4T. Buena parte de sus gobernadores tiene un juego cortesano y zalamero con el presidente. Sus posturas públicas ante asuntos tan delicados como acusar a Videgaray (y por ende a Peña Nieto) por traición a la patria, es de prudente y cómplice silencio. No muestran un mínimo vigor en defender las reformas que aprobaron. Es el partido del cálculo y la supervivencia de los que están. Vota estratégicamente con la mayoría o se pasa indignado a la minoría cuando siente pasos en la azotea. La fiscalía los acusa de haber dado a México un gobierno con impulso criminal. ¿Tiene alguna lógica sentarse hablar del futuro con esa fuerza?

El PAN de Marco Cortés es una colección de flaquezas e inconsistencias. Terribles acusaciones de corrupción pesan sobre ellos y si no fuese por sus gobernadores que han mostrado resistencia y coherencia en la gestión pública, estaríamos también ante una estructura desdibujada. El remanente del PRD sigue sin hacer un balance de lo que fue su gestión como gobierno. Pone los pelos de punta recordar la forma en que defendían con sus mayorías todos los despropósitos en el congreso de la ciudad.

No es que no crea que todo el mundo merezca una nueva oportunidad, pero todavía no he visto un mea culpa traducido en renovación de las dirigencias.

Por el contrario, creo que Gustavo De Hoyos ha demostrado ser un líder empresarial con claridad y compromiso; ha sido hostigado desde el poder de forma personal e injustificada, lo cual le da autoridad moral para encabezar un esfuerzo político. Lo mismo opino de Claudio X. González, quien desde que lo conozco, ha estado defendiendo causas para mejorar este país y tengo constancia de que ha sido acosado por varios gobiernos de forma vil.

El presidente y sus medios adictos se han dedicado a desprestigiarlos. Han tildado su proyecto de pinochetista e incluso que fomentará el clasicismo, lo cual es una mentira monumental que demuestra el pavor que el gobierno tiene a cualquier manifestación crítica a la que no pueda someter o negociar con ella, como lo hace con las dirigencias de los partidos. Creo que Claudio y Gustavo han cometido un error táctico al compartir la agenda con actores tan poco confiables. En vez de proyectarlos les ha restado atención y credibilidad, pero tienen todavía mucho camino por delante. Hay un amplio sector de la sociedad civil que está hasta la coronilla de la vieja política.

Analista político.
@leonardocurzio

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