El discurso del presidente en Washington, DC, fue correcto y canónico. Un discurso que, al igual que el perfilado por los gobiernos anteriores, desde Salinas de Gortari hasta el actual, apuesta por encontrar el futuro económico del país en Norteamérica. Es claramente una alocución en las antípodas de lo que la izquierda había defendido históricamente. A Fox lo acusaban de olvidarse de Latinoamérica, pero un presidente tan popular ha conseguido que sus bases hoy aplaudan la defensa del espacio comercial de Norteamérica al que en décadas previas acusaban de todos los males. No es cosa menor.
Creo que es algo bueno para el país el que un mandatario de izquierda se juegue su capital político y su silencio complaciente con el mal trato que México ha recibido del presidente norteamericano, por defender la integración y el libre comercio y lo haga dando coba a Trump con el tema del déficit, y que a la America First le encuentre un giro favorable para proponer una North America First, con nosotros de añadido. No es una apuesta original, ni rupturista, es una apuesta por la continuidad que yo valoro. La habilidad de los grandes políticos es cambiar de campo sin que parezca que lo hayan hecho. El verdugo del neoliberalismo hoy es el garante de la integración económica con la potencia y de la apuesta por vincularnos de manera creciente a los Estados Unidos. Insisto, no está mal. Pero no nos engañemos, todos los presidentes anteriores lo han intentado y al final la inercia económica es la que determina las grandes decisiones empresariales. Los políticos lo único que hacen es trazar una ruta deseable. Trump y AMLO ratificaron ayer que la quieren recorrer juntos. Ya veremos qué pasa en noviembre.
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