La semana pasada, el gobierno de Estados Unidos confirmó el crecimiento récord de la economía de ese país en 2021. No se había registrado una expansión de este calibre desde 1984. En otros tiempos, la noticia habría sido un activo inmediato para el presidente en funciones. Con Joe Biden ha sido distinto. A pesar de que la economía ha crecido, los temores inflacionarios no ceden y la popularidad del presidente no repunta. Su índice de aprobación ha caído de manera consistente desde el verano pasado y ahora está cerca del 40%, cifra notablemente baja para el primer año en funciones. En la historia reciente, solo Donald Trump era más impopular en el mismo momento de la presidencia.

La impopularidad de Biden ha puesto al partido demócrata en una encrucijada, que no por prematura deja de ser interesante: ¿debe Biden ser el candidato presidencial del partido en la elección de 2024? La especulación parece prematura. Para empezar, porque muchas cosas pueden cambiar en tres años. Pero no solo eso: de acuerdo con algunas encuestas recientes, Biden derrotaría a Trump, hoy el candidato republicano más probable, en una repetición de la elección del 2020. Pero ninguno de estos matices ofrece mucho consuelo a los demócratas, que temen que la impopularidad de Biden –y su edad– terminen por hundir su presidencia. Si así ocurre, Estados Unidos enfrentaría una encrucijada inédita. El partido de oposición tendría en Trump a un candidato ya fijo, casi un presidente en funciones aspirando a la reelección, mientras que el partido en el poder tendría que actuar como partido de oposición, buscando entre varios aspirantes al retador de Trump. Sería el mundo al revés.

La pregunta es quién podría relevar a Biden como candidato demócrata en caso de que decida no buscar la reelección. De la respuesta depende que Trump no regrese a la Casa Blanca para un segundo y último periodo, ya sin riendas ni obligación de atemperarse de modo alguno.

Hay dos candidatos naturales: la vicepresidenta Kamala Harris y el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, la estrella más visible del equipo de Biden y protagonista de la campaña pasada. Ambos, sin embargo, enfrentan escollos. Harris ha perdido lustre y no ha sabido llevar la agenda que le ha impuesto Biden. Buttigieg es una figura relativamente joven y con poca experiencia: antes de ser parte del gabinete fue candidato presidencial (asunto de poco valor curricular ejecutivo) y alcalde de la pequeña ciudad de South Bend. Ambos son, además, claramente progresistas.

Esto último es un hándicap, sobre todo en el clima actual. No parece recomendable tratar de combatir la creciente polarización con un candidato alejado del centro. Si lo que el partido demócrata quiere es un moderado para contrarrestar el discurso extremo de Trump, entonces quizá tendrá que promover a una figura como el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper. Ser un gobernador demócrata popular en un estado que Trump ganó en 2020 parece una fórmula sensata para enfrentar la que será, con Biden o sin Biden, una elección fundamental para el futuro de la democracia de Estados Unidos. Por ahora, la pelota está en la cancha de Biden, quien hace poco aseguró que buscará la reelección. Pero claro: eso dice ahora, cuando lo que importa es transmitir una imagen de fuerza antes de las elecciones legislativas del 2022. Si los demócratas pierden en noviembre, habrá que prepararse para dos años de pronóstico reservado.

@LeonKrauze