A un mes de la elección de medio término en Estados Unidos, que determinará el control del Congreso y de varios gobiernos estatales de gran importancia, la balanza parece inclinarse al lado demócrata. Las encuestas siguen sugiriendo que el partido de Joe Biden podría mantener la mayoría en el Senado y perder, por muy poco, la de la Cámara Baja. No parecerían buenas noticias para el partido que hoy tiene el mando del Congreso entero, pero lo cierto es que el resultado sería casi un milagro. Y es que, hasta hace poco, el partido demócrata parecía dirigirse a una derrota mayúscula.
Hace cuatro meses, los sondeos sugerían que la elección de 2022 sería el equivalente a una llamada “ola roja”, que vería a los republicanos arrebatarles a los demócratas no solo el control de ambas cámaras sino la mayoría de los gobiernos estatales en disputa. Varios factores conspiraban en contra del partido demócrata. La inflación en Estados Unidos se había desbocado, con el precio de la gasolina –confiable barómetro electoral en cualquier parte del mundo– por los cielos. La cadena de suministro estaba lejos de recuperarse, lo que había provocado escándalos políticamente costosos, como la escasez de alimento en fórmula para bebés. La popularidad de Joe Biden se había hundido por debajo de 40%, una cifra alarmante para un presidente en ese momento de su mandato. Por si fuera poco, la historia sugería que el partido en el poder tiende a perder escaños en números considerables en las elecciones de medio término.
Los republicanos iban en caballo de hacienda rumbo a un abrumador triunfo electoral , una auténtica ola roja.
Y entonces, a finales de junio, todo cambió. La Suprema Corte de Estados Unidos tomó la decisión radical de anular la protección federal al derecho al aborto y devolvió a las entidades esa prerrogativa. La sentencia de la mayoría ultraconservadora, que va en contra de la voluntad de la mayoría de estadounidenses en las encuestas, tuvo dos consecuencias casi inmediatas. La primera ha sido la erosión alarmante de la confianza de los estadounidenses en el máximo tribunal. Solo 25% de las personas encuestadas por Gallup dicen confiar en el trabajo de la Suprema Corte. La segunda consecuencia ha sido el renacimiento de las esperanzas demócratas rumbo a noviembre.
Después de la escandalosa decisión sobre el aborto, el partido demócrata ha conseguido trasladar buena parte de la narrativa electoral a ese debate, lejos de las preocupaciones sobre el rumbo de la economía. Eso no quiere que la economía no sigue siendo el asunto central de la elección. Lo es, pero el aborto y el destino de libertades y conquistas similares ocupa la discusión pública, sobre todo entre la base demócrata, que seguramente se presentará en número más altos a los que se hubieran registrado de no ser por el paso que dio la Suprema Corte.
El otro factor que ha ayudado a la causa demócrata es el regreso de Donald Trump al centro del escenario. Hasta hace poco, Trump se había mantenido al margen, concentrando el debate sobre Biden y el rumbo de su gobierno. Ahora, después de las audiencias de la comisión del 6 de enero, el allanamiento en la residencia de Mar-A-Lago y los propios desplantes de Trump, el polémico expresidente vuelve a acaparar reflectores. Eso podrá ser bueno para los republicanos, que responden al llamado de su líder. Pero está por verse si Trump no se ha convertido ya en un lastre para los intereses republicanos en elecciones generales. Por lo pronto, varios de los candidatos que tienen el respaldo abierto de Trump –la mayoría poco preparados para el servicio público del calibre del Senado, por ejemplo– van abajo en las encuestas.
Falta un mes y mucho puede pasar. Pero, por ahora, el regreso de Trump y la decisión de la Suprema Corte podría costarle caro a los republicanos. Está por verse.
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