No es una exageración decir que mañana podría decidirse la elección presidencial en Estados Unidos. Después de dos meses y medio turbulentos, en los que Joe Biden tomó la inédita decisión de abandonar la contienda por la presidencia para dar paso a su vicepresidenta, el electorado tendrá la oportunidad de ver por primera (y quizá única) ocasión un debate entre Donald Trump y Kamala Harris.
Será la primera vez que se vean las caras, y no solo en el terreno político. Es notable, pero Trump y Harris no se conocen: en pleno berrinche por la patraña del fraude electoral, prefirió no presentarse a las ceremonias protocolarias de transferencia de poder presidencial en el 2020. De este primer encuentro, que bien podría ser también el último, dependerá el destino electoral del país.
El debate será especialmente importante para Kamala Harris.
El reto central para el partido demócrata al optar por cualquier candidato que no fuera el presidente Biden ha sido el déficit de reconocimiento público de la figura en cuestión. La gente vota por quien conoce, sobre todo el grupo que, en una elección cerrada, generalmente decide el rumbo de la elección: los votantes poco informados, que conocen a Trump de sobra, como figura política y protagonista mediático, pero no conocen a Harris, o no la conocen lo suficiente. Si Harris logra presentarse con éxito y definir su imagen con suficiente difusión y profundidad, podría consolidar la ligerísima ventaja que tiene en las encuestas en los estados clave. Pero si desaprovecha la oportunidad para transmitir la personalidad e identidad política correctas, Trump sacará provecho, quizá de manera definitiva.
Para el equipo de campaña de Trump, la apuesta es evidente: conseguir que su candidato transmita fuerza sin caer en provocaciones y se concentre en exhibir una y otra vez a Harris como parte del gobierno de Biden, que sigue siendo un presidente impopular. En el primer debate, Trump básicamente ignoró las preguntas de los moderadores y se concentró en repetir su discurso de campaña. Tratará de hacerlo otra vez, si los moderadores y Harris lo permiten. Si lo logra, ganará de nuevo.
¿Qué estrategia debe seguir Harris?
La pregunta no es tan sencilla. Lo primero que deberá considerar es qué hacer con Trump. Harris puede optar por confrontarlo y tratar de sacar a Trump de sus casillas. La estrategia tiene sus riesgos. Harris, que tiene una larga experiencia como fiscal, cuenta con las herramientas para tratar de exasperar a Trump. Pero también corre el peligro de transmitir un semblante demasiado agresivo. “Es un prejuicio injusto, porque tiene que ver con el género, pero si exagera con la voz de fiscal podría resultar contraproducente”, me dijo hace poco un estratega del partido demócrata.
Harris podría concentrarse, eso sí, en exhibir las mentiras y evasivas de Trump, algo que Biden simplemente no tuvo la agilidad mental para hacer. Esa estrategia, más que la confrontación personal, parecería más sensata. No es lo mismo tratar de exhibir a Trump como un misógino que exhibirlo como un ignorante.
Pero quizá lo más importante que debe hacer Harris no tiene que ver con Trump. Precisamente porque aún hay una parte considerable del electorado que no la conoce, Harris debe ver el debate de mañana como una audición. Un debate presidencial es, antes que nada, una entrevista de trabajo. Harris tiene la oportunidad de explicarle a millones de sus posibles empleadores cuáles son sus planes y sus prioridades. También debe aprovechar la ocasión para contrarrestar la agresiva campaña negativa que Trump ha lanzado en su contra. En miles de anuncios por televisión, por ejemplo, la campaña de Trump insiste en que Harris es comunista. Trump mismo la llama “camarada Kamala”. Harris debe saber que es importante desmontar los argumentos que Trump usa para descalificarla.
Si Kamala Harris consigue transmitir una imagen joven, fuerte, asertiva y de relevo generacional, alineada con la exitosa convención del partido demócrata, seguramente ganará el debate y estará más cerca del triunfo en noviembre, Y de paso podría aclararle a Trump que su nombre se pronuncia Kámala, no Kamala. Quizá con eso baste para exhibirlo.
@LeonKrauze