Si Bernie Sanders finalmente logra ser el aspirante demócrata a la presidencia de Estados Unidos , tendrá que dar las gracias en español. En la batalla por conquistar la candidatura, el senador Bernie Sanders ha encontrado en los hispanos del suroeste de Estados Unidos , en su mayoría de origen mexicano, a sus aliados más importantes. Los hispanos serán fundamentales para que Sanders gane mañana en el crucial estado de California y podrían, en lo que sería un triunfo importantísimo, darle también el triunfo en Texas.

Hasta hace poco, la alianza entre Sanders y los latinos parecía improbable. Hace cuatro años, cuando enfrentó a Hillary Clinton , el escepticismo de los votantes hispanos ayudó a sepultar las aspiraciones de Sanders: Clinton lo venció en diez de los once estados en los que los hispanos representaban al menos 15% del electorado. Esta vez ha ocurrido exactamente lo contrario. De acuerdo con la encuesta más reciente de Univision, Sanders tiene una ventaja de casi diez puntos sobre Joe Biden y doce sobre Michael Bloomberg con los hispanos. ¿Qué ha cambiado?

Hace algunas semanas entrevisté a Chuck Rocha , el principal asesor hispano en la campaña de Sanders. Rocha, un estratega tejano muy elocuente, conoció a Sanders hace un lustro cuando ayudó a traducir al español el sitio de internet de la campaña de 2016. Poco a poco se ganó la confianza del senador de Vermont y hoy coordina toda la operación de comunicación y organización proselitista con la comunidad hispana. Para Rocha, la manera como el equipo de Sanders se ha acercado al electorado hispano debe “cambiar para siempre” las campañas presidenciales en Estados Unidos. De ese tamaño cree que será el logro y la importancia final de la estrategia que ha puesto en práctica. Puede que tenga razón. Si Sanders logra la candidatura gracias a los hispanos del suroeste (Florida es otra historia), sería la primera vez que ese segmento del electorado establezca un candidato presidencial en Estados Unidos.

¿Cómo lo ha hecho? La primera lección ha sido la cercanía con la comunidad. “Los votantes hispanos no votan porque nadie les pide votar”, me dijo Rocha. De lo primero no hay duda. Los hispanos conforman el demográfico más desperdiciado del electorado estadounidense. Votan en números bajísimos y muestra un desinterés alarmante en el proceso democrático, sobre todo comparado con otros demográficos, como los afroamericanos. La segunda parte del enunciado de Rocha está por verse, pero los primeros resultados de la campaña de Sanders dan motivo para la esperanza. Rocha y su equipo se han abocado a escuchar a la comunidad hispana para luego pedirles su voto. Y lo han hecho —y esto es crucial– dentro de las comunidades mismas, estableciendo oficinas en los barrios hispanos tradicionales, y contratando personal en las mismas comunidades. En otras palabras: han hecho campaña para hispanos, por hispanos y ahí donde están los hispanos.

Otra clave ha sido enfocar de manera distinta el tema que ha obsesionado a los políticos —y los medios de comunicación, para ser franco— desde hace años: la migración. Rocha me explicó que la clave para la campaña Sanders ha sido concentrarse en la economía, la salud y la educación, asuntos prácticos que influyen de manera directa en la vida de los hispanos. Aunque la migración es un asunto importante, no afecta la vida cotidiana de la mayoría de los votantes hispanos. Les afecta, eso sí, de manera emocional. ¿La solución? Rocha y su equipo produjeron anuncios en los que evocan la biografía de Sanders como hijo de inmigrantes. Antes que hablar de migración como un asunto de política pública, Sanders se presenta como un inmigrante más, enfatizando la empatía con la experiencia emocional de muchos latinos. Es un movimiento táctico de notable lucidez, que no encuentra comparación con ninguno de los otros candidatos demócratas, ni siquiera aquellos que, como por ejemplo Pete Buttigieg, podrían aprovechar su propia biografía como hijos de inmigrantes o su capacidad hispanoparlante.

Si Bernie Sanders se vuelve el aspirante presidencial demócrata gracias a los votantes de origen mexicano y centroamericano, el electorado hispano habrá hecho historia. La pregunta es qué seguiría para Sanders y sus simpatizantes. Ganar la candidatura demócrata es una cosa; llegar a la Casa Blanca es otra muy distinta. En la elección presidencial de noviembre, Sanders necesitaría que todos esos votantes hispanos que le favorecen ahora se presenten a las urnas, sobre todo los más jóvenes. Se antoja como una labor titánica. Los hispanos más jóvenes han mostrado una apatía histórica que parece difícil de superar. Sin un crecimiento verdadero de la participación de los jóvenes (hispanos y no hispanos) que simpatizan con Sanders, Donald Trump ganará la reelección.

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