A pesar de que el grupo de aspirantes a la candidatura del partido demócrata en Estados Unidos es quizá el más robusto y diverso de toda su historia, la fortaleza de Donald Trump en algunos estados cruciales en la elección del año que viene ha dado pie a un fenómeno inusual: dos nuevas figuras demócratas han decidido sumarse a la contienda cuando faltan menos de sesenta días para el principio de las elecciones primarias en el Estado de Iowa. El más interesante es Michael Bloomberg, el multimillonario exalcalde de Nueva York.
Bloomberg decidió entrar a la política después de consolidar una de las grandes fortunas del siglo XX gracias, entre otras cosas, a una notable erudición financiera. Nació en una familia de clase media donde nadie le dio un centavo. A diferencia de Donald Trump —también neoyorquino, también millonario— Bloomberg hizo su fortuna (mucho mayor a la de Trump) desde la nada. En Nueva York, la alcaldía que encabezó no estuvo exenta de polémica (su política de seguridad fue muy criticada por incurrir en sesgos raciales), pero gobernó con éxito durante tres periodos, incluidos los años cruciales que siguieron al once de septiembre.
Con esa trayectoria profesional y política, además de recursos personales casi inagotables, Bloomberg podría haber sido un candidato ideal para el partido demócrata. El tiempo verbal no es casualidad. Bloomberg enfrenta un problema inédito para un aspirante a la candidatura presidencial de un partido estadounidenses: ¿se puede entrar a la campaña tan tarde y aún así ganarla? En el peculiar sistema electoral de Estados Unidos, la trayectoria tradicional en la búsqueda de una nominación comienza con los cuatro estados que abren la contienda a partir de los primeros días de febrero: Iowa, Nuevo Hampshire, Carolina del Sur y Nevada. Por irracional que parezca, los aspirantes pasan meses y meses concentrados en seducir a los electorados solo de esas entidades, sobre todo de Iowa, con sus tres millones de habitantes. La estrategia de Bloomberg es de una osadía inédita: piensa saltarse los cuatro estados iniciales y concentrarse en los siguientes. En otras palabras, pretende hacer las cosas exactamente al revés de lo que sugiere la historia electoral estadounidense. ¿Podrá lograrlo? Es muy improbable pero no imposible, y no precisamente por el carisma del candidato. La realidad es que Bloomberg tiene tal cantidad de dinero que su campaña puede darse el lujo de comprar espacios en todas las plataformas imaginables para promover la candidatura. El resultado inicial ha sido notable. En sus primeros días en campaña, Bloomberg subió varios puntos gracias, sobre todo, a su aplastante presencia mediática. En cierto sentido, pues, Bloomberg podría comprar la candidatura demócrata, o al menos comprarse relevancia real en el proceso.
Aún así, su triunfo parece muy difícil. El exvicepresidente Joe Biden y el joven alcalde Pete Buttigieg ocupan el mismo espacio ideológico moderado que ahora busca Bloomberg, de manera tardía. Pero incluso en la derrota, la figura de Michael Bloomberg podría ser fundamental en la batalla contra Trump en noviembre. Es más: es posible que sea en esa coyuntura donde Bloomberg de verdad entre a la historia. Resulta que él y sus asesores han decidido comenzar a hacer campaña desde ahora no contra sus rivales demócratas sino contra Donald Trump en los estados que serán cruciales el año que viene: Michigan, Wisconsin, Arizona, Florida, Carolina del Norte y Pensilvania. Bloomberg ha lanzado en esos estados una agresiva campaña mediática que, más que promover al propio Bloomberg como candidato, pretende dañar a Trump desde ahora. No solo eso. Bloomberg ha dicho con claridad que, incluso si no gana la candidatura, piensa seguir gastando decenas de millones de dólares atacando a Trump en los estados clave de la elección. Es decir: la misión de Bloomberg va más allá de la ambición política personal. Lo suyo es una cruzada para sacar de la Casa Blanca a Trump, a como dé lugar.
No es poca cosa. A diferencia de hace cuatro años, Trump tiene esta vez una operación sofisticada, acaudalada y muy agresiva que lleva ya un buen tiempo difundiendo loas al presidente y mentiras sobre sus rivales exclusivamente en los sitios que, de acuerdo con los cálculos del equipo del presidente, serán decisivos en noviembre próximo. Así, el candidato o la candidata del partido demócrata, quienquiera que sea, lleva ya una seria desventaja. Esto es un problema grave para los demócratas en su intento por derrotar a Trump. En ese escenario —que es un hecho— el aporte constante y sonante de Michael Bloomberg podría ayudar a recortar la brecha. Si así sucede, el mundo entero tendrá mucho que agradecerle.