La semana pasada, Ted Cruz , senador republicano de Texas , manifestó su preocupación sobre “el colapso del estado de derecho” y la violencia contra periodistas en México, incluido el ataque del presidente contra Carlos Loret . López Obrador respondió diciendo que era “un orgullo” que un senador como Cruz se expresara así del gobierno mexicano, “por lo que representa” Cruz.

Vale la pena analizar con frialdad qué “representa” realmente Ted Cruz.

En efecto: Cruz es un fiel representante de la derecha nativista. Aunque hace años se le enfrentó, desde hace tiempo es aliado incondicional de Donald Trump . Por eso mismo, Cruz no está en los márgenes del partido republicano: lo representa fielmente. Es probable que ese partido republicano, con Cruz y otros como figuras emblemáticas, tome el control del Congreso estadounidense después de las elecciones de noviembre. Por ahora, el movimiento conservador al que pertenece Cruz ya tiene el control de la Suprema Corte. Si las tendencias políticas se mantienen, es también muy posible que gane la Casa Blanca en el 2024. De ser así, el partido republicano que Cruz “representa” tendrá el control de los tres poderes en Estados Unidos dentro de menos de tres años.

Por eso, más allá de antipatías morales e ideológicas, la opinión de Cruz importa.

También importa porque no está solo en su alarma sobre el rumbo de la seguridad en México.

Hace un par de semanas, Marco Rubio , también senador republicano, firmó una carta pidiendo al Departamento de Estado una explicación sobre la seguridad de los periodistas en México. Vale la pena, también, analizar qué representa Rubio. Hasta hace unos años, Rubio parecía el candidato ideal para encabezar al bloque moderado en el partido republicano en diversos asuntos, empezando por la migración. Desde esa posición buscó la candidatura republicana en 2016. La perdió frente a Trump. En la presidencia de Trump, Rubio se movió a la derecha y se dedicó a servir sin matices a la agenda trumpista. Rubio fue la figura clave de la política exterior de Trump en América Latina, y es probable que tenga un papel destacado en un hipotético segundo periodo.

Varias voces han optado por descartar la opinión de Cruz y Rubio porque son figuras de la derecha estadounidense. Es curioso: fue a esa misma derecha nativista a la que el presidente López Obrador le hizo el caldo gordo al apoyar a Donald Trump durante dos años, incluida la campaña del 2020. Pero dejemos eso de lado. Lo importante es que la preocupación sobre México va más allá de los republicanos. El senador demócrata Tim Kaine también firmó la carta de Rubio. Nadie puede acusar a Kaine de conservador o ignorante. Al contrario: Kaine tiene una larga experiencia, personal y profesional, en América Latina. Fue candidato vicepresidencial con Hillary Clinton. Su opinión importa.

A las palabras de Kaine, Cruz y Rubio hay que sumar las declaraciones de Brian Nichols, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental en el gobierno de Biden. Nichols también expresó públicamente su preocupación por la violencia en México y los riesgos inaceptables que enfrentan los periodistas. En los últimos meses, otros legisladores han manifestado la misma alarma. En privado, la preocupación por México es todavía mayor.

El gobierno mexicano enfrenta, así, una disyuntiva. Puede optar por victimizarse y acusar una conspiración injerencista o puede asumir que, como explicara Duncan Wood, respetado experto en la relación bilateral, “hay una creciente preocupación en Washington con el estado de derecho en México y las implicaciones que tiene para la economía y la seguridad pública de los Estados Unidos. Estas ya no son opiniones aisladas”. Lo ideal sería un ejercicio de humildad y autocrítica para intentar reparar la inquietud que hay a ambos lados del espectro político en Washington sobre el rumbo de las libertades de México y su relación con la seguridad estadounidense. El otro camino, el de la teoría de la conspiración, el victimismo y el viejo recurso del antiamericanismo, corre el riesgo de exacerbar divisiones. Es previsible cuál de los dos caminos elegirán el presidente y sus simpatizantes. Y es una pena.



@LeonKrauze