Lo he dicho antes, pero vale la pena repetirlo: de todas las medidas inhumanas de Donald Trump , ninguna hizo tanto daño a tanta gente como el programa “ Permanezca en México ”, en el que, con la colaboración del gobierno mexicano, Trump envió a decenas de miles de refugiados potenciales, en su mayoría centroamericanos, a esperar en México su proceso de asilo en Estados Unidos. Para muchos, esa espera fue un espejismo: las cortes migratorias estadounidenses están tan saturadas y Trump hizo tan poco para agilizar los procesos de solicitud de refugio que “Permanezca en México” se volvió una sentencia a sufrir el peligroso limbo de la frontera norte de México. ¿Qué tan riesgoso? El catálogo de abusos que sufrió la comunidad de alrededor de 60 mil inmigrantes obligados a esperar en México es muy largo. Los reportes de Human Rights Watch y Amnistía Internacional revelan un desamparo vergonzoso de miles de familias expuestas a las vejaciones del crimen organizado en México.
Todo esto, de nuevo, está documentado. Más allá de las cifras, están las historias. Y los testimonios de los migrantes hacinados en México son estremecedores. Expulsados sin miramientos por Estados Unidos e ignorados cruelmente por el gobierno mexicano, que faltó a prácticamente todas sus promesas de apoyo y resguardo, los migrantes hablan de un infierno: extorsiones, secuestros, violaciones, robos, golpizas. De manera dramática, muchos optaron por aguantar el infierno antes que soltar la ilusión del refugio en Estados Unidos. Aferrados a la esperanza, vivieron (es un decir) por meses debajo de puentes, en tiendas de campaña improvisada, o bajo carpas detenidas por palos o ramas, en el frío del norte mexicano.
Ante el horror, Joe Biden prometió acabar con el programa “Permanezca en México”. Así lo intentó en los primeros meses de su presidencia. Ahora, sin embargo, una orden judicial ha obligado al gobierno de Biden a reiniciarlo. Para ello, Estados Unidos ha solicitado de nuevo la colaboración mexicana. El gobierno de México condicionó su anuencia a la adopción de una serie de mejoras al programa. Sin que haya garantía alguna de que las condiciones de verdad mejorarán, “Permanezca en México” volverá a aplicarse en los próximos días.
Es la crónica de una nueva tragedia anunciada.
El gobierno mexicano ha dicho que ahora sí protegerá a los migrantes obligados a permanecer en México. “Trabajamos para garantizar un proceso gradual y ordenado, en apego a los derechos humanos de las personas migrantes”, tuiteó la semana pasada Roberto Velasco , encargado de América del Norte en la Cancillería. La intención podrá ser buena, pero los antecedentes son terribles. México ya se había comprometido a proteger a la comunidad migrante afectada por el “Permanezca en México”. En la práctica, la protección ha sido casi nula. No hay inversión en i nfraestructura de albergues y la Comar, la entidad encargada de la atención a refugiados, está rebasada. La realidad es que el gobierno de México no está dispuesto a invertir lo que hay que invertir para proteger de verdad a esos miles de inmigrantes que esperarán, en condiciones terribles, un proceso que tardará meses o años en llegar. La Cancillería podrá prometer que las cosas ahora serán diferentes, pero la historia hasta ahora ha sido de crueldad y desamparo. Una vergüenza histórica que debería ser un escándalo mucho mayor del que es.
Y ahí radica parte de la explicación de por qué el gobierno mexicano se ha permitido volver a colaborar en un programa a todas luces inhumano. Los años de Trump han revelado una verdad incómoda y dolorosa sobre México. El gobierno de López Obrador ha optado por volverse la policía migratoria de Estados Unidos porque a los mexicanos les importa muy poco el destino de los migrantes . Si los mexicanos nos indignáramos con las historias de abuso brutal que sufren los migrantes, quizá el gobierno lo pensaría dos veces antes de prestarse a programas crueles de contención migratoria. Pero a nadie le importan los migrantes, realmente. Al contrario: en encuesta tras encuesta, los mexicanos dicen respaldar la mano dura contra quien cruza México o quien espera en la frontera una vida mejor. Resulta que somos xenófobos, nativistas y racistas. Tan trumpistas como Trump. Vaya desgracia moral…