En un sexenio lleno de momentos de cinismo deplorable, las declaraciones recientes de Francisco Garduño, titular del Instituto Nacional de Migración, tendrán un lugar de privilegio en nuestra historia de la ignominia. Cuando están por cumplirse dos meses del terrible incendio en Ciudad Juárez, que costó la vida a 40 migrantes, Garduño dice que no piensa renunciar. Insiste en culpar a las víctimas. Y, justo en ese punto donde se cruzan el cinismo y la crueldad, se lava las manos. Dice que estaba a mil 800 kilómetros de distancia de Ciudad Juárez y que, por ello, duerme tranquilo por las noches.

Este calibre de cinismo no es nuevo en la vida pública mexicana. Las palabras de Garduño me remitieron a una declaración muy parecida en una tragedia también similar: el incendio de la guardería ABC.

Hace casi quince años, un mes después de la muerte de medio centenar de niños en Hermosillo, Sonora, el gobernador saliente de ese estado, el priista Eduardo Bours, declaró que, a pesar de todo, él dormía “como un bebito”. Así lo dijo: “¿Cuánta gente puede decir abiertamente: me he mantenido en mis principios y en mis ideales? Yo duermo como bebito, como niño, porque me mantengo en los fundamentos y eso al final del día es lo importante de todo”.

¿Cómo es posible que el gobernador de un estado donde ha ocurrido semejante desgracia, un hombre que ha visto y escuchado el dolor delirante de los padres de los pequeños, tuviera el descaro de decir esa barbaridad?

Lo mismo habría que preguntarle ahora a Francisco Garduño.

Hace tiempo que quedó claro que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es incapaz de reconocer errores, mucho menos de asumir las consecuencias de esos errores. Ya es costumbre que, frente a la evidencia, el presidente de México y los que lo rodean, acusen conspiración y respondan (aunque no todos con el cinismo de enunciarlo así como Garduño) que duermen tranquilos, a pesar de sus omisiones, atropellos y, en este caso, tragedias.

Es la cinismocracia. El gobierno del descaro y la desfachatez.

Pero hay una diferencia importante entre aquello que pasó en Sonora y lo que vemos ahora. La tarjeta de la guardería ABC ocurrió un mes antes de la elección para gobernador de Sonora. Hasta la tragedia, el candidato del PRI iba a la cabeza. Un mes después, ganó el PAN (cuyo gobierno fue una vergüenza también, pero esa es otra historia). En otras palabras: la sociedad sonorense decidió sancionar la cinismocracia del PRI estatal.

Bours habrá podido dormir como un bebé, pero su partido perdió el poder.

¿Qué va a ocurrir en México? ¿La sociedad mexicana optará por cerrar los ojos ante los errores –causantes de concretísimas tragedias– del gobierno actual? ¿Habrá sanción en las urnas a la cinismocracia del lopezobradorismo? ¿O más bien los electores mexicanos permitirán que los que han gobernado mal concilien noche a noche el sueño sabiéndose protegidos por la impunidad?

Así duerme Garduño por lo pronto. Y no es el único.

Veremos qué dice la historia.

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