El partido demócrata sigue preparándose para la elección presidencial más significativa del último medio siglo en Estados Unidos. La reelección de Donald Trump tendría consecuencias profundas y duraderas para la política interna estadounidense, el equilibrio de fuerzas en el escenario mundial y batallas fundamentales para el futuro del mundo, incluido el cambio climático. Por eso, el partido ha hecho todo lo posible por fortalecer el proceso de selección de su candidato o candidata para enfrentar a Trump. El primer paso ha sido reducir el numeroso grupo de aspirantes a la nominación. Hasta hace unas semanas, en un cálculo absurdo, más de veinte candidatos insistían en tener una posibilidad de ganar. El partido demócrata advirtió a tiempo que la multitud podría ser contraproducente y endureció, para empezar, los requisitos para que los aspirantes pudieran presentarse a debatir el próximo jueves en Houston, en el que será el tercer encuentro entre los demócratas: 2% de apoyo en al menos cuatro encuestas nacionales y aportaciones de por lo menos 130 mil donantes individuales. Ambas metas resultaron insuperables para varios candidatos que seguían sumidos en la terquedad. El jueves se presentarán al debate solo diez aspirantes, de los cuales si acaso cinco tienen alguna posibilidad de ser quien enfrente a Trump. Lo más probable, cuando falta casi un año para la elección del 2020, es que el candidato demócrata sea el ex vicepresidente Joe Biden o lo senadores Elizabeth Warren o Bernie Sanders. Aunque todo puede ocurrir, el resto de los demócratas cultiva ilusiones quiméricas.
Pero eso no quiere decir que los probables perdedores de la ruleta presidencial no tengan un papel que jugar en la lucha por el poder el año que viene. Es más: varios de los aspirantes demócratas que no alcanzarán la nominación del partido podrían, si se animan, jugar un papel central en ponerle límites a los excesos del partido republicano en la era Trump, incluso si el presidente de Estados Unidos logra reelegirse. Ese escenario está en el Senado.
Los demócratas son mayoría en la Cámara de Representantes y es prácticamente un hecho que mantendrán dicho control el año que viene. Pero el Senado es otra historia. Ahí, el partido republicano mantiene un margen que le permite, entre otras cosas, decidir el rumbo de la Suprema Corte y dominar los comités legislativos. El año que viene estará en juego un poco más de la tercera parte del Senado. El partido demócrata tiene oportunidad de quedarse para empezar con cinco estados que controlan hoy los republicanos, empezando con Arizona, Maine, Texas, Montana y Colorado. En los últimos tres, los demócratas cuentan con potenciales aspirantes que, por ahora, insisten en buscar la candidatura presidencial antes que tratar de ganar escaños cruciales en la batalla por el legislativo. En un escenario ideal, esos demócratas pensarían primero en las necesidades reales del partido (y el país) antes que en su ambición personal y buscarían ganar el Senado. En Colorado ya ocurrió. El exgobernador John Hickenlooper decidió hace unas semanas abandonar sus sueños presidenciales para tratar de vencer al vulnerable republicano Cory Gardner. En Montana, el popular gobernador demócrata Steve Bullock podría derrotar al republicano Steve Daines, mientras que Beto O'Rourke, el carismático ex congresista tejano, podría intentar vencer al senador republicano Jon Cornyn. Si Bullock, O'Rourke y Hickenlooper ganaran, los demócratas estarían a un triunfo de la hazaña definitiva. Después, con un triunfo en Maine o Arizona, dos estados con senadores republicanos vulnerables, los demócratas podrían retomar el control de la Cámara Alta.
Tristemente, tanto Bullock como O'Rourke insisten por ahora en ir por “la grande” antes que asumir la importancia capital que podrían tener en la lucha por el Congreso. Esa terquedad es una desgracia. El partido demócrata y cada una de sus figuras deberían entender que no es tiempo de mezquindades ni obstinación. Es imposible exagerar la importancia de cada escaño en la batalla contra Trump y su venenosa agenda. No es casualidad, por ejemplo, que el columnista del New York Times David Leonhardt haya escrito una columna reciente identificando no a Biden, Sanders o Warren sino a Steve Bullock como “la persona más importante sobre la Tierra”. Para Leonhardt, la posibilidad de que Bullock actúe en función de la importancia de un triunfo en el Senado podría definir, por ejemplo, la batalla contra el calentamiento global. “La única manera en que Estados Unidos va a proceder de manera decisiva en cuanto al cambio climático es si los demócratas controlan el Congreso y la Casa Blanca”, escribía Leonhardt. Por eso, dice Leonhardt, Bullock, gobernador de un estado con apenas un millón de habitantes, podría ser fundamental para el futuro del mundo entero. Veremos si lo entiende a tiempo, lo mismo que sus colegas.