Después de un primer trimestre que auguraba su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump atraviesa por lo que el analista demócrata Simon Rosenberg llama “un horrendo abril”. Hasta hace algunas semanas, Trump podía presumir de una ventaja considerable en las encuestas nacionales y, crucialmente, en los seis estados que definirán la elección presidencial estadounidense a principios de noviembre. La campaña del presidente Biden parecía perpleja.
Las cosas han cambiado.
El sondeo del New York Times, que en febrero daba a Trump un margen nacional de cinco puntos, ahora registra una ventaja trumpista de solo un punto porcentual. De acuerdo con los resultados de la encuesta, Biden está logrando atraer de nuevo a la base demócrata que votó por él en el 2020. Para Biden, entusiasmar a la tradicional coalición demócrata es fundamental para ganar la reelección: minorías, blancos con estudios universitarios y votantes con valores liberales en la agenda social.
En esa coalición, pocos demográficos son tan importantes como las mujeres. Y ahí radica uno de los retos más grandes para Trump, y una de las áreas de oportunidad más claras para el partido demócrata y el presidente. Durante su presidencia, Trump nominó a la Suprema Corte a tres magistrados conservadores que, llegado el momento, tomaron la decisión sísmica de revertir medio siglo de precedente al anular la protección federal del aborto. Desde entonces, varios estados gobernados por el partido republicano han adoptado prohibiciones radicales al aborto, hundiendo a millones de mujeres en Estados Unidos en la zozobra. Después de la decisión de la Corte, el aborto es ilegal en al menos una tercera parte del país.
Pero el partido republicano ha pagado las consecuencias de su radicalismo. Sondeos diversos indican que 60% de los estadounidenses respaldan el derecho al aborto. El número crece al 69% si ocurre durante el primer trimestre de gestación. Seis de cada diez estadounidenses reprueban la revocación de Roe v. Wade, la decisión que protegía el aborto a escala federal. Esos números contundentes ya se han traducido en derrotas electorales para el partido republicano. En la elección del 2022, la prohibición estricta del aborto fue un obstáculo evidente para los republicanos. Un año después, en las elecciones especiales de 2023, los republicanos sufrieron reveses en contiendas clave en las que los demócratas usaron el derecho al aborto como argumento principal de campaña. Algunas de esas derrotas ocurrieron en estados conservadores.
En el 2024, el problema para Trump y los republicanos podría ser peor.
En las últimas semanas, el poder judicial dominado por jueces conservadores de dos estados cruciales rumbo a la elección presidencial aprobó medidas radicales contra el derecho al aborto. En Florida, la Suprema Corte aprobó la prohibición hasta las seis semanas de gestación, medida que entrará en vigor a principios de mayo. En Arizona, el asunto es todavía más escandaloso. La Suprema Corte de ese estado aprobó la aplicación de una ley que data de 1864 que prohibiría casi por completo la interrupción del embarazo. La ley no permite excepciones ni por violación ni por incesto.
El carácter radical de decisiones como las de Florida y Arizona han puesto a Trump, y a los candidatos republicanos en esos estados, en una posición muy complicada. En los últimos días, Trump ha tratado de vender la idea de que es, en realidad, un moderado en el tema del aborto. Esto es evidentemente falso. Tan falso que los demócratas, empezando por Joe Biden, deben aprovechar la oportunidad. Desde hace dos años, la defensa del derecho al aborto ha sido un tema electoralmente redituable para los demócratas. Ahora que los republicanos y sus jueces aliados han cedido a las interpretaciones más extremas de la ley, Biden tiene un camino rumbo a la reelección de la mano del voto femenino, el voto joven y las minorías. Veremos si lo aprovecha.