Escribo esto sin conocer los resultados finales de la elección presidencial en Argentina. Es probable que haya ganado Javier Milei. Pero incluso si finalmente ocurre una sorpresa y Milei no gana la presidencia, el fenómeno que representa será una nueva y clara llamada de atención: en un momento en que el mundo requiere estadistas, un porcentaje cada vez más considerable de la población prefiere el encanto de la fama viral, la estridencia y la teoría de la conspiración, que está ligada al pensamiento mágico.

Todo esto, una receta para la catástrofe.

La semana pasada conversé sobre Milei y otras figuras parecidas con el historiador argentino Federico Finchelstein. Experto en el fascismo, Finchelstein encuentra características comunes entre Milei, Trump y otros líderes carismáticos y mesiánicos que poco tienen que ver con el ejercicio responsable de la concepción de una política de Estado.

Para Finchelstein, Milei y sus colegas son, antes que nada, animales televisivos, y su crecimiento ha implicado una irresponsabilidad de los medios de comunicación y los periodistas. “Al mismo tiempo que denuncian y demonizan a los medios, al periodismo independiente lo usan y lo abusan”, dice Finchelstein. “Hacen escándalos y adoptan posturas que tienen que ver con lo llamativo, apelan a lo que puede ser un shock para muchos televidentes”.

Ese atractivo, explica, los hace personajes irresistibles para el mundo de la televisión, interesado cada vez más en atraer audiencias y cada vez menos en explicar los riesgos a la democracia o la fragilidad de las instituciones. Primero el rating; luego el país.

“Son personajes que aparecen todo el tiempo en la televisión”, dice Finchelstein, mientas recuerda la breve biografía pública de Milei. “Programa de opinión al que iba lo hacía para pelear, gritar, insultar con groserías. Eso hace que lo llamen constantemente porque eso levanta el rating. El tipo se hace famoso y en un momento decide dedicarse a la política”. El resto es historia.  “Es increíble que en Argentina muchos medios no tomaron nota y cayeron en la trampa (…) No importan las consecuencias institucionales o incluso las consecuencias para la libertad de prensa”.

Como otras figuras similares, Milei se refugia por instinto en las teorías de la conspiración. Finchelstein recupera un episodio reciente. “En el último debate presidencial le preguntaron por qué niega el cambio climático”, recuerda. “ (Milei) dice que el cambio climático es un invento de los comunistas. En este caso, respondió. ‘Bueno, yo no niego el cambio climático’. Y pasó a describir su postura sobre el cambio climático: una negación del cambio climático. Dice que estos son ciclos en donde cambia la temperatura, el hombre no tiene nada que ver y los que dicen que tiene que ver forman parte del marxismo cultural. Es la típica forma de propaganda: negar la realidad e inventar fantasías”.

El crecimiento de figuras políticas como Trump, Milei y demás representa, para Finchelstein, una llamada de atención evidente: la tentación autoritaria, en su versión más extrema, está a la vuelta de la esquina. “Lo que vemos es gente que se presenta como que viene de fuera de la política”, explica Finchelstein. “Y lo que la gente tiene que recordar y lo que la historia nos demuestra en el caso mismo del fascismo, es que muchas veces decían lo mismo: ‘Yo no soy el típico político, yo no soy el político profesional’”.

El riesgo, dice Finchelstein, “es que el remedio es peor que la enfermedad”.

¿Y cómo sería un gobierno de Javier Milei, ahora…o en el futuro? ¿Qué nos dice del tipo de gobiernos que les esperan a los países cuyos electorados opten por figuras de atractivo mediático pero poca experiencia política y, todavía peor, llenos de certeza mesiánica?

Finchelstein lo tiene claro.

“Estamos en manos de gente que está incapacitada en términos de que no sabe nada pero piensa que sabe todo. Y él que no sabe nada y cree que sabe todo es el peor ignorante. En cambio el que quizás no sabe nada pero quiere aprender, quizás podamos aprender algo. En el caso de Milei, para mí es un tipo que está desequilibrado y no tengo ninguna razón para pensar que éste desequilibrado, éste inestable emocional e ideológicamente puede gobernar de forma responsable. ¿Por qué? Como dijo Trump, ¿Por qué voy a cambiar?

Ahí queda la advertencia. Y la lección.

@LeonKrauze

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