Hoy, California es el estado inmigrante por excelencia en Estados Unidos. El Congreso del estado y el gobernador, ambos del Partido Demócrata, han aprobado leyes que protegen a los indocumentados de los embates punitivos de Donald Trump y les proveen suficientes servicios como para echar raíces en su país adoptivo. El Partido Republicano, que por años dominó California, hoy tiene una presencia casi testimonial. “Es más fácil encontrar un unicornio en Sacramento (la capital del estado), que a un republicano”, me dijo hace poco Rosario Marín, la republicana de California que fuera tesorera de la nación con George W. Bush.
No siempre fue así. Hace exactamente 25 años, el electorado californiano aprobó con una clara mayoría la llamada “Propuesta 187”, la ley más agresiva contra los derechos de los inmigrantes indocumentados en la historia de California y de buena parte del país. La medida, respaldada con entusiasmo nativista por el gobernador republicano Pete Wilson, estaba diseñada para negar acceso a servicios básicos de salud, educación y demás a millones de indocumentados, haciéndoles la vida prácticamente imposible. El triunfo en las urnas de la 187 estableció un parteaguas para la historia del Partido Republicano, pero mucho más para la lucha de la comunidad hispana. Y ofrece muchas lecciones para la siguiente gran batalla: la elección de 2020.
La semana pasada entrevisté en California a varios de los líderes del movimiento contra la 187. Para Juan José Gutiérrez, uno de los principales organizadores de las marchas que reunieron en Los Ángeles a decenas de miles de hispanos y otros opositores a la 187, la lucha de aquel tiempo no solo era contra los estragos específicos de la propuesta de ley sino contra una cultura de la derecha estadounidense: el racismo como política pública. La resistencia generó un fenómeno curioso. Aunque las protestas en las calles fueron polémicas porque los manifestantes ondeaban banderas de sus países de origen, la amenaza de la 187 dio pie a un número récord de hispanos que buscaron hacerse ciudadanos de Estados Unidos. En otras palabras: los hispanos, que antes eran indolentes y postergaban la naturalización que les abriría las puertas del voto, comenzaron a entender que sin voto no hay representación y sin representación no hay influencia.
Lo mismo sucedió con otro punto de inflexión a partir de la 187: el surgimiento de una potente generación de líderes hispanos en California. Varios de ellos comenzarían, a partir de la protesta de 1994, una carrera política. Muchos siguen siendo voces de enorme relevancia en el Partido Demócrata de California. Algunos, como el senador de California Kevin De León, que en aquel tiempo tenía 28 años, podrían seguir creciendo y aspirar a cargos mayores. De León intentó, por ejemplo, vencer a la legendaria senadora Dianne Feinstein el año pasado. Aunque no lo consiguió, tiene planes interesantes, que podrían incluir la alcaldía de Los Ángeles, la ciudad donde protestó con gran ahínco hace un cuarto de siglo.
Para De León, Gutiérrez y otros activistas que encabezaron aquellas marchas contra el racismo de Pete Wilson y los republicanos de la California de los 90, las lecciones tienen más relevancia que nunca. Saben, sobre todo, que la resistencia sirve de algo en una democracia. La 187 ganó en las urnas, pero nunca pudo arraigarse, gracias a la presión de los activistas hispanos y la labor de grupos de defensa de los inmigrantes. Después de aquello, los hispanos y los votantes progresistas comenzaron un proceso de castigo contra los republicanos que, 25 años después, ha desplazado casi por completo al movimiento conservador. A excepción de algunos congresistas en Washington, los demócratas dominan todo el escenario político en California, desde el Congreso, la gubernatura y hasta el gobierno de la mayoría de las grandes ciudades del estado.
Si los demócratas han de tener esperanzas de vencer a Trump el año que viene, la elección de 2020 deberá parecerse a la lucha de 1994 en California. Los votantes hispanos deben comprender que lo que estaba en juego con la 187 ahora está en juego en el país. Los nativistas de la Casa Blanca son los herederos directos de los nativistas californianos de la era de Pete Wilson. Así hay que enfrentarlos. Cuando falta poco menos de un año para la elección presidencial, hay señales positivas, incluidos los resultados del voto hispano en California en las elecciones legislativas de 2018. Pero hay mucho por hacer. La lucha, dirían los líderes que le plantaron cara a Pete Wilson en 1994, simplemente no termina.