Una de las conclusiones más fantasiosas que dejó el viaje de Andrés Manuel López Obrador a Washington supone que la visita del presidente de México tuvo el mágico efecto de conseguir que Donald Trump moderara su lenguaje incendiario y abandonara súbitamente las políticas con las que ha perseguido a los inmigrantes desde el principio de su presidencia. Algunos sugieren que Trump, persuadido por López Obrador, de pronto entró en razón y decidió que los treinta y tantos millones de mexicanos que viven en Estados Unidos son un tesoro que aquilatar antes que una comunidad a la que acosar. Esto es risible. Trump no cambió de parecer por la visita de López Obrador. Trump utilizó la visita de López Obrador – y al propio presidente de México – para montar una puesta en escena.
Para Trump, el cálculo del posible rédito electoral de la visita de López Obrador es simple: el aval del presidente de México le permitirá presumir el cumplimiento de su promesa de campaña de reemplazar el TLCAN y le abrirá la puerta, imagina Trump, con el voto de la comunidad mexico-americana, que votó abrumadoramente por López Obrador en las elecciones mexicanas del 2018. Es imposible que Trump gane el voto hispano. Por más esfuerzos que haga, la mayoría de los latinos favorecerán a Joe Biden en noviembre. Pero la apuesta de Trump no es esa. El equipo de Trump ha leído las encuestas recientes y seguramente ha concluido que el presidente de Estados Unidos tiene un camino para, cuando menos, mejorar sustancialmente el resultado obtenido con los hispanos hace cuatro años. Y eso ya no es tan descabellado. De acuerdo con un par de encuestas recientes, los números de Trump con los hispanos han mejorado en comparación con el 2016. El sondeo del centro Pew, por ejemplo, indica que Trump podría obtener al menos 32% del voto hispano, alrededor de 4% más que la elección pasada. Y aunque cuatro puntos parecen un margen pequeño, el poco entusiasmo que genera Biden con el mismo demográfico podría traer sorpresas. Trump sabe que, si suficientes hispanos votan por él o al menos se abstienen de votar por Biden en estados clave como Florida, Arizona o Carolina del Norte , sus posibilidades de reelección aumentan.
Ese es el cálculo. Y eso, no la supuesta influencia hipnótica de López Obrador, explica el nuevo tono de Trump con los hispanos y los inmigrantes. Trump no tiene amigos, tiene intereses. Lo suyo es una apuesta política, y el presidente de México fue solo una herramienta, una pieza más del rompecabezas. ¿Qué tanto? Basta revisar el resto de la agenda de Trump la semana pasada.
Además de darle la bienvenida a López Obrador, quien le aplaudió y elogió por su supuesto trato “respetuoso y digno” de México y los mexicanos, Trump firmó en la Casa Blanca una iniciativa para impulsar el desarrollo de las comunidades latinas. “Los hispanos en Estados Unidos no solo están viviendo el sueño americano”, dijo Trump. “Sus esfuerzos increíbles están abriendo el sueño americano para ciudadanos en todo nuestro país”. El inédito cambio de tono tiene, claramente, frías intenciones políticas. También durante la semana pasada, Trump recibió a varios líderes de la comunidad de negocios hispana. Ahí, Robert Unanue, el director de la popular firma de alimentos Goya, lo elogió en público. “Es una bendición tener a un líder como el presidente Trump”, dijo Unanue frente a Trump. La declaración le ganó a Unanue y a su empresa un posible boicot impulsado por varios latinos eminentes, indignados por el absurdo halago. Para Trump, el elogio encaja, de nuevo, en una estrategia política.
Para terminar la semana de relanzamiento de su campaña para atraer al voto hispano, Trump dio una entrevista a la cadena Telemundo (decisión inusual: rara vez habla con medios hispanos) y anunció su intención de firmar una orden ejecutiva para dar alivio a los jóvenes inmigrantes protegidos de la deportación bajo el programa DACA de Barack Obama, los mismos jóvenes que su gobierno ha tratado de desamparar y perseguir por años. Trump no entró en detalles, pero lo importante es lo que el anuncio revela. Sabe que el tiempo se acaba y las encuestas no le favorecen. Sabe también que debe erosionar la base electoral de los demócratas. La comunidad afroamericana lo repudia casi de manera unánime, pero los hispanos parecen querer otorgarle una cierta oportunidad.
Trump ya está en campaña y ha decidido salir a pescar al voto hispano. Su cínico cambio de tono, el anuncio de la iniciativa de apoyo a los hispanos, la posibilidad de un alivio migratorio y la declaración de Unanue son solo algunos anzuelos. Y ahí también flota, por desgracia, Andrés Manuel López Obrador, sirviendo de carnada para atrapar votantes hispanos que caigan en el garlito del "nuevo Trump", tan sospechosamente respetuoso y gentil. Vergüenza haberse prestado a semejante ardid. Esperemos que los votantes sepan reconocer al embaucador.