Los seres humanos somos productos sociales, sin duda, pero algunas personas influyen determinantemente en aspectos específicos de nuestra vida.

En marzo de 1998, el presidente Ernesto Zedillo propuso al Congreso de la Unión convertir en deuda pública el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa).

En mayo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que encabezaba nuestro ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, publica el “Manifiesto a la nación” para denunciar el fraude que se estaba proponiendo y, en junio, anuncia la realización de un plebiscito para consultar si se acepta que el Fobaproa se convierta en deuda pública.

Comienza el acecho, la seducción, a los legisladores del PRD para que votaran a favor de la medida.

Entonces, el presidente del Partido pide una reunión con los integrantes de sus grupos parlamentarios. (Quizá haya sido la primera vez que fue a la Cámara de Diputados. La segunda debe haber sido el día de su comparecencia por el desafuero.) Nos pide que no dudemos, que no nos lo perdonaría el pueblo mexicano; que teníamos que ser muy firmes contra el desfalco millonario que estaba a punto de consumarse, y forma una comisión especial de dirigentes y legisladores, para organizar la consulta y formular una propuesta alternativa.

La propuesta alternativa se elaboró, se contrató incluso espacio en medios de comunicación para difundir el desfalco, se hizo propaganda en todo el país y se realizó la consulta.

No logramos impedir la aprobación del Fobaproa, pero ese fue el primer esfuerzo nacional al que siguieron múltiples para denunciar, presentar propuestas alternativas y emprender grandes campañas territoriales contra las reformas neoliberales.

Con López Obrador, muchos aprendimos de cómo transformar realidades con la construcción de alternativas, la difusión informativa, la consulta popular y, sobre todo, con la congruencia personal.

López Obrador nos enseñó que podíamos lograr objetivos con trabajo sistemático y estratégico. Antes de él la izquierda era voluntarista, azarosa, desordenada. Voluntarista y poco enfocada en resultados. Parecía decidida a dejar constancia testimonial, más que a transformar la realidad. Por eso, no escatimaba en el desperdicio de los escasos recursos con que contaba.

El presidente Andrés Manuel nos enseñó a planear los resultados, con trabajo sistemático, estratégico, con la preparación de los mensajes y su difusión directa y a través de múltiples medios. Por eso ha sido un gran productor de dirigentes sociales y políticos.

En general, no le gustan los abogados, por su halo de soberbia fértil en la reproducción de verdades irracionales, más que creador de instrumentos útiles para transformar y consolidar las transformaciones sociales.

Personalmente, me quedaré con la transmisión de su sabiduría entrañable, sin par; de su enseñanza permanente.

Espero haber aprendido, entendido bien sobre las necesidades de regeneración para la transformación.

No digo nada nuevo, pero debo decirlo: Lo vamos a extrañar, señor Presidente. Vamos a extrañar su liderazgo, a veces involuntario. Vamos a extrañar que nos siga acompañando en esta transformación que impulsó toda su vida. Vamos a extrañarlo en las recomendaciones de mesura y en sus relatos históricos. Vamos a extrañarlo en su visión siempre mucho más adelante que cualquiera.

Hasta siempre, presidente López Obrador.

Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación


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