Me gusta ir al mercado, disfruto profundamente de los colores, sabores y mi imaginación culinaria vuela pensando en todas las cosas ricas que me comeré a base de tantas frutas y verduras.
Pero lo que mas disfruto es la conversación, esos tres minutos de platica con la marchanta, hablar del clima o de la verdura de temporada, platicas amables y sencillas de dos cómplices que comparten el gusto por cocinar.
Voy lo más temprano posible, y, mis compañeras de viaje son, normalmente, señoras de la tercera edad haciendo la compra. Algunas compran por pieza -seguro son pocos en casa, o vive sola- pienso, un jitomate por aquí, dos poblanos por allá. Otras, traen su carrito con ruedas, compran más, -ahh la clásica familia donde la abuela ayuda, es probable que los hijos trabajen- me imagino, al tiempo que me muevo para dejarla pasar. Normalmente no van solas, son equipos de dos, amigas o comadres con las que comparten el gusto de visitar el bullicioso mercado. Entre estos andares, y mi placer culposo por oír la conversación ajena, encontré estas semanas, un hilo conductor profundamente preocupante: Los precios de los productos básicos. 70 pesos por kilo de limón, 100 pesos por kilo de uva, 150 pesos la Jamaica.
¿Porque estos precios? ¿Cuáles son las razones que han hecho de mis visitas al tiaguis una retahíla de voces que en alto se quejan, -que barbaridad, esta carísimo el limón- dice una, -ya ni lo de temporada está a buenos precios- dice otro?
De aquí un pequeño análisis: En los últimos meses, según la FAO, el índice de precios de los alimentos promedio un 28.1% más que el año anterior. Para Mexico, de acuerdo con datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, los precios de la canasta básica se incrementaron en 9.8% para el cierre del 2021.
Y la explicación tiene un origen multifactorial, que, desafortunadamente, no parece ceder para el segundo trimestre del 2022.
En primer lugar, los precios de los fertilizantes, básicos para la producción, se han duplicado en el último año. Al mismo tiempo, la cancelación de ciertos programas de apoyo, así como, la limitación impuesta por el Gobierno Federal para la importación del herbicida glifosato (mata hierbas, en lenguaje coloquial) han generado un aumento del costo de producción en prácticamente todos los productos agropecuarios.
Hay otros factores que también afectan de manera importante el precio: el aumento de los combustibles, lo cual genera sobrecostos en las cadenas de suministro, así como, en ciertos lugares, la inseguridad y los obligados pagos adicionales al crimen organizado, han propiciado que los agricultores prefieran abandonar sus cultivos que vivir bajo la sombra de los criminales, finalmente y de gran trascendencia: el cambio climático, con sequias más prolongadas y un clima menos predecible, los sobrecostos están a la orden del día, es muy difícil planear la producción en estas condiciones.
Y como al resto del mercado, la pandemia ha tenido un importante impacto. En su momento el cierre de hoteles y restaurantes genero profundas mermas en la producción, ahora, en la recuperación el sistema de logística, seguimos con retrasos en las cadenas de suministro, los expertos nos explican que esto tardara varios meses en estar a los niveles prepandemicos.
Hay temas que como sector podemos resolver, la generación de políticas públicas: planes y programas de fomento económico para las cadenas de suministro, mayor innovación y tecnología sustentables podrían resolver algunos avatares en los que se encuentra el campo mexicano. El sector sigue siendo ganador, seguimos generando productos asequibles, sanos y nutritivos, pero las presiones sobre los precios cada día son mayores.
Y mientras todo esto sucede, sigo teniendo la esperanza que en mi siguiente ida al mercado escuche menos preocupación por el alza de los precios y más recetas y sonrisas compartidas.
Laura Tamayo Laris, VP de Comunicación del Consejo Nacional Agropecuario.