A medida que se va trazando el tortuoso camino hacia las elecciones de 2024, es fundamental revisar tras bambalinas el sistema político mexicano. Que los avances y mucho menos las simulaciones nublen nuestro juicio como votantes.

Mientras nuestro país presume, en la dimensión de “Empoderamiento Político”, el lugar número 15 de 146 naciones analizadas en The Global Gender Gap Index 2022 del World Economic Forum (realizado por primera vez en 2006), particularmente por el tema de paridad en el Congreso, las ciudadanas -mujeres y niñas, 65 milllones de ellas, no necesariamente ven reflejadas en sus vidas una equidad en oportunidades y derechos.

No es malo, pero sí engañoso el Congreso Paritario, instaurado en 2018. Así lo reportamos en una nota de investigación de Dalia Empower el año pasado, “Mujeres rumbo al poder en México: entre avances históricos y rezagos”, como parte del trabajo “Radiografía Económico-Política de las Mujeres en el México Poscovid”. No es malo, pero sí engañoso el gabinete paritario de AMLO. Ese número récord de mujeres ocupando cargos legislativos -Cámara de Diputados con 248 mujeres (49.6%), y de entre ellas, 13 mujeres indígenas, y Senado con 64 legisladoras (50.8%)– y ese número récord de ocho secretarias de estado de un total de 19; más nueve gobernadoras (Baja California, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Tlaxcala, Aguascalientes y Quintana Roo y Ciudad de México), no ha dado en suma durante los últimos años satisfacción a las demandas feministas, que son muchas y de muchos tipos. Entre otros detalles, lo que vemos ahora es que incluso cuando las mujeres ocupan cargos públicos, el poder equitativo ­–con hombres y entre mujeres– no está asegurado. Y sin querer aquí despreciar el trabajo de algunas funcionarias excepcionales, porque como dijo la ex ministra de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Arancha González Laya, durante un foro en Davos hace unos días: “La política es un lugar inhóspito, pero es más inhóspito para las mujeres que para los hombres”.

Es tiempo de repensar el poder político y de los esfuerzos para hacer del poder con perspectiva de género algo más expansivo. Es una realidad aplastante que en ese lugar número 15, ni de lejos todas las mujeres, ni todos los feminismos están representados.

El análisis deberá ser más a fondo. Aquí hoy solo va el tema puesto sobre la mesa. Daremos seguimiento, sin embargo. Cuáles han sido y qué ha pasado con las iniciativas presentadas por esas legisladoras, cuáles aprobadas, cuáles guardadas en el cajón, como una de las más urgentes, la del Sistema Nacional de Cuidados, que les ha importado un pepino a los senadores, aunque se espera será discutida finalmente en el siguiente periodo de sesiones. La perspectiva de género de las secretarias, de las gobernadoras. Porque las mujeres, aunque en el mundo ideal debiéramos esperar también de parte de los hombres la justicia, lo que esperamos de las mujeres en puestos de poder es que lo ejerzan para beneficiar a las mujeres que no están en ellos.

Si bien, las feministas llevamos a cuestas y tatuadas en el corazón a las once mujeres asesinadas diariamente, recordándonos que no ha habido justicia que las compense, y marcharemos el próximo 8 de marzo, será importante que de aquí a que vayamos a las urnas, y no después y no solo ese día o tres días antes, empujemos la reflexión y las propuestas respecto a la agenda de género. Sí a Claudia Sheinbaum, a Lilly Téllez, a Beatriz Paredes, a Claudia Ruiz Massieu, pero sí también a todos los hombres posibles candidatos. Que no les de pena o pavor autonombrarse feministas, que nos hablen de cómo le harían en caso de ganar, para que las mujeres nos dejemos de reír de su democracia que hoy no nos alcanza.

Que el número de mujeres en puestos públicos no nuble nuestro juicio, que no descanse ni distraiga ni una sola de las consignas, que no baje su volumen, porque esa paridad aún no cumple con lo exigido

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