La comedia solo puede ser exitosa si conlleva en su contenido algo de verdad. La comediante argentina Malena Pichot, en su monólogo “Estupidez compleja”, nos recuerda cómo muchas veces siendo ingenuas las mujeres no tenemos de otra frente al aplastante patriarcado. En el show de televisión, disponible en Netflix, ella recrea una clásica escena de cuando, estando en sus 20’s, las jóvenes se encuentran con algún hombre insistiéndoles, y ellas, aunque no quieren con él, tienen mucho miedo a rechazarlo, porque saben que si dicen que no, las pueden matar, y si dicen que sí, aunque no quieran, terminan siendo abusadas de alguna manera.

Claudia Sheinbaum no es ninguna joven inocente, pero en el fondo parece que no tenía de otra más que aceptar el par de besos que del presidente al recibirla en la puerta de Palacio Nacional. Su jefe, su colega y su líder lo hizo en público y frente a la prensa; que se entere todo el mundo de lo orgulloso que está del triunfo arrollador de su candidata.

Que qué mal se ven en la actualidad este tipo de demostraciones, y si dicho arrumaco delata la cercana relación que hay entre ambos —aunque no sorprende ni tendría porqué, no es apropiado. Pero López Obrador nunca ha sido apropiado en las formas de las nuevas masculinidades, porque es un hombre de esa generación que no distingue o no quiere distinguir —por más feminista que se diga, porqué una mujer puede sentirse muy incómoda ante los íntimos acercamientos, caricias o besos por más fraternales que sean, por más cercanía que haya con ella. No, no es apropiado y hay que decirlo. ¿Recordamos cuando el presidente besó a una niña en medio de la pandemia por Covid-19? Además de las restricciones por salud, había y hay en esta época, restricciones para tratar a los niños, a las niñas. Pero el presidente tampoco quiso entender.

Claudia Sheinbaum no tenía de otra más que dejarse besar. En primer lugar, porque quizás ella así lo quiso. Pero en caso contrario, porque nadie, quizás ni ella misma, se imaginaría haciendo un gesto con las manos o el cuerpo para detenerlo o esquivarlo. Si no lo dejaba, más incómodo para todos. Si lo dejaba, aunque no quisiera, muy probablemente al presidente no le habrá importado cómo se ha sentido ella. Ya se ha tomado la confianza.

Aunque el beso es lo de menos. O no. El asunto es que el evento de hace un par de días entre los dos personajes, además puede reflejar no solo las formas del presidente de México, sino también la poca resistencia de Claudia Sheinbaum hacia las formas de López Obrador. Una feminista y mujer empoderada le pondría un alto al patriarcado, y aquí todas las mujeres en puestos de poder pueden constatar que no resulta nada fácil. La pregunta sigue siendo si se lo va a poner. La virtual presidenta electa no le ha puesto un solo límite al plan que amenaza la democracia en el país. Y una feminista no tiene de otra más que ser demócrata. Claudia se está comportando como si no tuviera de otra más que no ser demócrata. Claudia se está comportando como aquellas mujeres que encuentran comodidad entre la aprobación masculina, y desde ese lugar, diría la escritora británica, J.K. Rowling, suelen vender a otras mujeres para su propio beneficio, pero señalan su éxito como un gran triunfo feminista. Ojalá Claudia Sheinbaum pronto quiera salir de esa comodidad.

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