¿Para qué o por qué? Segundo piso o continuidad, como se le quiera llamar. Esa fue la promesa de campaña. Si así lo decidió el pueblo en las urnas, así se hará. Presenciamos este 1 y 2 de octubre casi un copy-paste de AMLO porque no habría, desde el razonamiento y estrategia de la nueva presidenta, motivo para cambiarle una coma al mensaje ni a la forma de gobernar. No desde estas primeras horas de mandato. Un par de guiños diferenciadores quizás: a las energías renovables y la confirmación de una visita al Acapulco devastado. Y un tercero y el más enfático, o sin decirle guiño, ha sido el de la presencia de mujeres. En físico, simbólicamente y en su discurso. Empezando por la figura y respetada Ifigenia Martínez, presidenta de la Cámara de Diputados. Mujeres cadetes detrás de ella al tomar protesta. Margarita Maza, Adela Velarde, Josefa Ortiz, Leona Vicario, Elvia Carrillo Puerto, Frida Kahlo y Enriqueta González Baz, mencionadas, aunque tres cuartas partes de la población no sepan quiénes son. Ciento trece mujeres, autoridades indígenas, en la ceremonia del Zócalo. Visibilidad es lo que piden. Visibilidad se les da. Vendrá pronto la ayuda económica para las de 60 a 64. Igualdad sustantiva y paridad salarial. El agresor sale de casa. Mujeres en los ministerios públicos y fiscalías especializadas en feminicidios. Derechos agrarios. Y Sistema Nacional de Cuidados. No es poca cosa, y de cumplirse, entonces habrá una diferencia con su antecesor que se decía feminista, pero bardeó Palacio Nacional todos los 8 de marzo. “Soy madre, abuela, científica y mujer de fe. Y a partir de hoy, por voluntad del pueblo de México, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”, cerró Sheinbaum emocionante y contundente el discurso que comenzó alabando a su predecesor. Las mujeres no tienen que agradecerle llegar a la cima a ningún hombre, dicen las feministas. Sheinbaum lo hizo sin contener ni cariño, ni respeto, ni la profunda admiración que le profesa.

A quien no le ha tirado ni un lazo la nueva presidenta es a los 20 millones de mexicanos que no votaron por ella, que fue el 37% del electorado si se suma Movimiento Ciudadano con la coalición PRI-PAN-PRD. Tampoco a la oposición, que decidió “portarse bien” esa mañana de toma de posesión, contener cualquier pancarta y cualquier grito que diera nota en San Lázaro. Ignorar a las minorías. La oposición pues tenía la tarea de hacerse ver. Pero no sucedió. Qué preocupante un país sin oposición. Tampoco es nuevo. Tampoco es diferente a lo que hemos visto los últimos años. Los electores que no votaron por Morena no fueron aludidos más que con aquello de “por el bien de todos, primero los pobres”. Pero por el “todos”, no por el “pobres”. Sheinbaum no habló de conciliar. Para ella, no hay necesidad de hacerlo. Quizás porque en la narrativa la minoría que perdió está contenida con los expresidentes –Zedillo y Calderón, que tanto daño hicieron. Segundo piso o continuidad, como se le quiera llamar. En su visión no importan los desencantados de la izquierda, los desencantados de Morena, no existen tampoco aquellos que eran duros críticos del corrupto PRI y del ineficiente PAN, y a la vez reprochadores del mentiroso Morena. Entonces, ¿en el segundo piso de la transformación tampoco hay fin a la polarización?

Interesantes entre los 100 compromisos el tema de fomentar el deporte y la lectura, de utilizar la inteligencia artificial, de acabar con el nepotismo (ejem, ejem). Interesante el proyecto ferroviario y otras cosas más. Interesante sí, diferente no.

Eso sí: hombres y mujeres, sin importar el color de nuestro voto, nos acordaremos por siempre que ella, Claudia Sheinbaum Pardo, fue la primera mujer en llegar a la presidencia. Está en ella haber roto este techo de cristal y no seguir siendo parte del patriarcado.

@LauraManzo

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