No a las citas

No al sexo

No al matrimonio

No a los hijos

Hoy todas estas mujeres serán acusadas de feminazis, de histéricas, de frígidas, de lesbianas, de destructoras de la familia, poque patriarcado. Las 4 B’s del movimiento feminista surcoreano que se niega a estas acciones con los hombres, llegaron a Estados Unidos después del triunfo de Donald Trump. La B es “no” en coreano, y las asiáticas lo crearon como una forma de ponerle un alto a la sociedad misógina, como respuesta al sexismo, a las cámaras escondidas para fabricar pornografía y a la violencia sexual por parte de sus parejas, que poco han fumado los reclamos de las mujeres en aquel país. Una postura radical, tal como aquella en el año 400 antes de Cristo, cuando las mujeres en la antigua Grecia, en la obra teatral de “Lisístrata” (Aristófanes), decidieron no tener relaciones sexuales con los hombres para presionarlos a terminar con la guerra del Peloponeso.

La semana pasada, tan solo en un día, las búsquedas en Google sobre el movimiento aumentaron más de 450%. Específicamente en Washington DC, Colorado, Vermont y Minnesota. Las mujeres que votaron por el partido demócrata, deseando el regreso de sus derechos reproductivos que arrebató en 2022 la derogación de Roe vs Wade, están convencidas de su postura ante la frustración por los resultados de las elecciones. El tema del aborto fue central durante las campañas. Había sido Trump, quien durante su primer periodo presidencial postuló jueces conservadores para la Suprema Corte, mismos que derogaron hace un par de años el fallo de 1973, en el que se dictaminó que la Constitución de Estados Unidos protegía la libertad de una mujer embarazada para elegir poner fin a su embarazo, sin excesivas restricciones. El año pasado, el republicano se adjudicó ese triunfo, echándose a la bolsa a los pro vida, para la carrera de regreso a la Casa Blanca. Sin embargo, durante los últimos meses, los demócratas montaron una poderosa narrativa sobre los derechos de las mujeres, aludiendo a todas aquellas víctimas de la prohibición o severas restricciones al aborto, y del daño a los derechos de las mujeres en este sentido. Tal fue la respuesta de las ciudadanas a favor de recuperar la capacidad de decidir sobre sus propios cuerpos, que Trump titubeó ya con su presumida victoria, y Melania, su esposa, salió en apoyo a la libertad individual de las mujeres, describiéndola como un “derecho esencial que todas poseen desde el nacimiento”. Sin embargo, el aborto no fue lo que decidió la elección.

Hoy la realidad es que no sabemos hasta dónde va a escalar el asunto del 4B, pero sí sabemos que en algo puede hacer crecer la brecha detectada en encuestas de años anteriores, en las que las mujeres se han volcado más hacia el lado liberal, mientras que los hombres hacia el conservador. Esto sobre todo en las generaciones millennials y centennials, según el estudio de Gallup publicado a principios de este año. Hace seis años esta brecha política entre hombres y mujeres no existía. Un grano de arena o un costal que suma a la polarización, a la división.  Ahora no solo entre tonos de piel, nacionalidad o religión sino también entre géneros, que no es poca cosa. Pero ahí parece que ahora se acomoda mejor el mundo. Porque hay una contrapropuesta de los hombres frustrados: “Men Going Their Own Way”. Hombres que opinan que el feminismo ha corrompido el matrimonio, y que las mujeres son prácticamente parásitos. Y aunado a esto, la revolución feminista, así como los mercados y los empresarios están volcados hacia el gasto y la educación financiera de las mujeres, cosa que, de alcanzar la independencia económica, se completaría un paso importantísimo en la lucha. Quizás no alcanzar, porque la brecha es sustancial, pero sí hablamos de un claro camino en el incremento de la participación laboral y de los ingresos. Así que más allá del sexo, una cartera llena mataría carita, sexo y matrimonio. No es que a esta columnista le parezca ideal, por el contrario. Lo ideal, pienso, es sumar a los hombres para avanzar más de prisa. Sin embargo, si no se quieren sumar, como todos aquellos votantes de Trump, que quede claro que hoy en día existe mayor riesgo que nunca de que Lisístrata se haga realidad.

@LauraManzo

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