La verdad ya no existe en México. La destruyó una poderosa narrativa que convenció a gran parte de la población de que hoy estamos bien, y que no importa lo que digan las propias cifras oficiales, porque el mismo oficialismo miente sobre sus cifras. Hace un circo, refuerza su estrategia de comunicación, y recarga y recargará sobre su triunfo electoral el resto de las artimañas para expandir su poder.

No importa si han asesinado a un hijo o si han violentado a una hija. No importa que escuchemos que mueren en el país alrededor 80 personas al día. No importa si el cártel te cobra piso por tu negocio. Ya no nos horroriza, solo nos desfalca. Ya son circunstancias inherentes a ser mexicano. Padecer el horror del crimen organizado y habitar en tierra enlodada de sangre ya es inherente a ser mexicano. Saber el enredo de los criminales con las autoridades, los bajos y los altos mandos, ya tampoco es un asunto que inquiete. Tan lejano está el tiempo en que había paz, que ya no solo no nos acordamos de cómo era, sino que no lo concebimos posible de nuevo. Un Presidente termina su sexenio con alta aprobación y a la vez con casi 200 mil asesinatos. Y a la vez con 30 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud. Y a la vez con 27 millones de jóvenes de 15 años o más con rezago educativo. La verdad ya no existe en México, porque ese Presidente asegura que estamos mejor que Dinamarca y solo chistan unos cuantos. Se nos nubló la mirada no solo con las ayudas económicas del gobierno, sino también con la tragedia que implicaría quedarnos sin alternativa en caso de que la izquierda de López Obrador no funcionara. Todos los huevos los pusimos en esa canasta, y es que no había otra canasta. ¿A dónde se iban a ir las esperanzas? Se nos nubló la mirada con la cifra de la reducción de la pobreza que contrarresta los datos de educación y salud. La verdad ya no existe en México porque si después de seis años se realiza la mitad de las mastografías en el sector público, y cae en un 82 por ciento la cobertura de detección de cáncer cervicouterino, lo válido es que el pueblo tiene más ingresos, y no que más de 40% de esos ingresos se les va en resolver con atención privada sus problemas de salud. Se nos acortó la visión y se nos tergiversó la perspectiva para exigir que se reduzca la corrupción y la violencia, y para reaccionar en contra de las injusticias. Y una sobrerrepresentación en el Congreso no ayudará a quitarnos la venda de los ojos. Las investigaciones periodísticas, la opinión de los expertos, las voces de los estudiantes, las preocupaciones de los empresarios -de algunos solamente-, las estimaciones de las calificadoras de riesgo, las pintas de las feministas, las publicaciones internacionales o las declaraciones de los embajadores no hacen mella alguna en la agenda. Ni ver pasar la oportunidad del nearshoring hace mella en el criterio o la estrategia del oficialismo. La verdad de que este país vería un crecimiento significativo si aprovechara la relocalización de las empresas no hace mella en la obstinación morenista por destruir al poder judicial. Será el costo que hay que pagar, supongo que piensan. ¿Y por qué iba importar? Si la tasa promedio de crecimiento económico durante este sexenio –que será de 1.1%, será la más baja de los últimos cinco gobiernos, y el Presidente se va tranquilo. Si pueden seguir mintiendo sobre sus propias cifras, si él “ha sido el mejor Presidente que ha tenido este país”, como dijo Luisa María Alcalde.

La aplanadora pasa, la del ego de López Obrador, la de adoración al líder, la de la soberbia del ganador, la de las noticias falsas en TikTok, la del sistema imperfecto que deja colar los abusos del poder. Mientras los otros, apaleados, callados o buscando saltar al otro lado para salvarse. Mientras tan solo unos cuantos están librando la última batalla de lo que piensan, será el antes y el después de la democracia en México.

Google News

TEMAS RELACIONADOS