“Hemos ido tan lejos promoviendo la igualdad de las mujeres que estamos discriminando a los hombres”. Así piensa el 61% de las personas del sexo masculino y el 48% del femenino, encuestadas en México por Ipsos Gran Bretaña y el Instituto Global para el Liderazgo de la Mujer para el King's College de Londres, publicado a propósito del 8 de marzo pasado.

¿Qué decir de esta primera afirmación? Es resistencia. Es falta de información. Es realidad. Esta percepción es las tres cosas por separado, pero también juntas y revueltas. Una de ellas cae en el rubro de las feministas ultra radicales, que fustigan a los hombres con condenas absolutas. Aunque son las menos o lejos están de ser esa proporción del movimiento, las mujeres que ridiculizan y critican de manera negligente y constante a los hombres pueden estar teniendo un peso sobre esta afirmación. No digo que no tengan razones, las tienen de sobra para hacerlo, pero hay que distinguir las consecuencias.

Por otro lado está la resistencia. Ante la fuerza del movimiento, la resistencia. Ante la fuerza del movimiento, las vallas. Ante las multitudes en las calles, la negación. Ante la diversidad de esas multitudes, la posverdad. Según la misma encuesta, el 65% de los hombres y el 60% de las mujeres en México piensa que “Cuando se trata de dar a las mujeres los mismos derechos que a los hombres, las cosas han ido lo suficientemente lejos”. ¿Qué será lo suficientemente lejos? Justicia para el 70% de las mujeres que ha experimentado violencia a lo largo de su vida (INEGI). Seguridad social para el 55% de las mujeres que trabajan en la informalidad (IMCO). Trabajo para 56% de las mujeres que no son económicamente activas. Paga para los trabajos no remunerados a los que las mujeres invierten 2.5 más veces que los hombres (IMCO). No, ninguna de las anteriores. Nada de esto lo hemos alcanzado. Las cosas han ido lo suficientemente lejos, digamos esto a las 11 mujeres muertas diariamente, o lo que es lo mismo a las más de 17 mil asesinadas este sexenio. Las cosas han ido lo suficientemente lejos, digamos esto a las más de mil 200 madres que buscan a sus hijas menores de edad, desaparecidas durante 2022 (Segob). ¿Esta afirmación es acaso un “ya, ahí le paramos”? ¿O es un “Ya nos pasamos de la raya”? La encuesta aplicada en 32 países destaca esto como una preocupación a nivel internacional, ya que, en comparación a los años previos a la pandemia, más personas coinciden con ambas afirmaciones, junto con una tercera que dice que se espera que los hombres hagan demasiado para apoyar la igualdad. La mitad de las personas en cada caso, y 67% en México.

Imagínese usted si le vamos a parar aquí a la lucha con estos datos, con estas cifras tan lejanas de lo mínimamente aceptable en términos de derechos humanos.

La resistencia es causa de la desinformación, causa de la negativa patriarcal a perder el poder. La resistencia es, de manera preocupante, causa de las palabras propagandísticas de la mañanera, que buscan constantemente un pretexto para atacar al adversario. Y la resistencia es, también de manera preocupante, consecuencia de las palabras propagandísticas de la mañanera para desdeñar a un movimiento -hoy socialmente auténtico, por el que se ha sentido golpeado el presidente.

No importa cuánto se haya avanzado. Cuántas políticas públicas. Cuántos derechos. Cuántas oportunidades. Si los ciudadanos perciben que el movimiento ha ido demasiado lejos, este corre el riesgo de estancarse. La marea corre el riesgo de reducir su fuerza. Si las mujeres, si los ciudadanos que luchan, y los que se resisten o los que son indiferentes perciben que el movimiento debe discriminar o discrimina a los hombres, si algún grupo siente una amenaza -real o ficticia, éste también corre el riesgo no solo de estancarse sino de revertirse. Así como la Suprema Corte de Justicia en Estados Unidos revirtió el año pasado la sentencia conocida como “Roe vs Wade”, que desde 1973 garantizaba el derecho al aborto en aquel país.

Así que no creamos que porque la marea está alta no bajará. La resistencia, la falta de información y la realidad son parte de la travesía. Hay que poner atención. Y que nos quede claro que hacen falta muchos himnos que componer, muchos pasos por avanzar, muchas consignas que cumplir, muchas leyes por promover y, sobre todo, muchas, millones de mujeres por acuerpar y dignificar.

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