El feminismo no necesita otro símbolo en su lucha. El feminismo no necesita un bastón de mando. Pero que eso sea lo de menos. Lo de más es que la futura presidenta de México ha prometido la instalación de un Sistema Nacional de Cuidados, empezando con las jornaleras agrícolas y las mujeres de la maquila. “Por un sentido simple, se llama justicia”, dijo Sheinbaum frente a las mujeres que convocó esta semana al patio de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Bien dicho. Que la oiga Juana de Asbaje Ramírez también, así como la escuchamos las mujeres y el resto del país enunciar que “por el bien de todos y de todas, primero las mujeres indígenas, primero las mujeres afromexicanas, primero las mujeres pobres”. Mencionó que en la frontera se construirán 60 centros de educación inicial para atender a los hijos de mujeres maquiladoras. Bien porque la diversidad es la riqueza, de esta tierra y de todas las demás, y si así es y así se pretende, entonces cabe la pregunta de por qué desde el poder Ejecutivo se envía una propuesta a la Cámara de Diputados para fusionar el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI). Es la alerta que lanza la lingüista y activista por los derechos lingüísticos, Yásnaya Elena Aguilar. La oaxaqueña nos recuerda que el INALI es un organismo creado por indígenas que se desprendió de la Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de México, y que el INPI no tiene siquiera un programa para combatir la desaparición de la diversidad lingüística. Una vez más activistas alertan lo desafortunado de desaparecer organismos. Una vez más los llamarán conservadores. Si bien Sheinbaum aun no es el Ejecutivo que envía la propuesta, ha prometido continuidad.

Y así como las mujeres indígenas tienen derecho a conservar su lengua, es obligación del Estado hacer respetar sus derechos también a una vida justa y libre de violencia, y su derecho a la autonomía, a la igualdad salarial y a la igualdad de oportunidades económicas. Un día antes del triunfo de Claudia Sheinbaum en México, Islandia eligió también a una mujer presidenta, Halla Tomasdottir. Un perfil muy distinto —empresaria proveniente del mundo financiero, en un país muy distinto. Islandia lleva siendo 15 años, de manera consecutiva, el país número uno en el Global Gender Gap Report del World Economic Forum (WEF), y que analiza el avance del cierre de la brecha de género. Tomasdottir se hizo famosa entre otras cosas por mejorar la representación femenina en los servicios financieros. Pero no es que nos vayamos a comparar con aquel pedazo de tierra, sería ilógico, con historias y circunstancias tan distintas, tan ilógico como pretender compararse con Dinamarca (que está en el lugar número 15) o tan ilógico como prometer construir un sistema de salud como en aquel país en cosa de un sexenio, en el que parece que se hizo lo contrario.

El reporte 2024 del WEF publicado hace unas semanas, coloca a México en el lugar 33 de 146 países analizados. De los cuatro rubros que analiza —Participación y oportunidad económica, Logro educativo, Salud y sobrevivencia, y Empoderamiento político, la calificación de México ronda el promedio general en tres de ellas, excepto en Empoderamiento político en la que sale mejor evaluado, y esto es particularmente por la ley de paridad de género que se estableció en 2018. Lo interesante viene acá. En el último sexenio, es decir haciendo un comparativo entre el reporte de 2018 y el de 2024, México prácticamente no ha avanzado al ritmo en el que lo han hecho otros países. En 2018 se obtuvo el lugar 50 de 149 naciones analizadas, con 0.721 puntos. La brecha se logra cerrar cuando se llega a 1 punto. En 2024 se alcanzaron 0.768. Es decir, hay un avance positivo. Sin embargo, si tomamos en cuenta que los rubros de Educación y Salud y sobrevivencia tenían una alta calificación desde entonces y, que por lo tanto, no presentan subidas importantes a lo largo del tiempo, y que el avance de Empoderamiento político dio un salto por lo arriba mencionado, lo que queda es revisar el avance en Participación y oportunidad económica. Y es ahí donde no hay mucha diferencia. En este rubro, en 2018, México rankeó en la posición 122, y este año en la 109, con un aumento de 0.38 puntos. Chile, por ejemplo, con la posición número 54 en 2018, este año sale rankeado en la 21, y particularmente en el rubro de Participación y oportunidad económica ha aumentado 77 puntos, yendo de la posición 120 a la 92. Incluso Argentina, aumentó en seis años 52 puntos en dicho eje.

No, entonces no hay mucha diferencia en el puntaje de México en los últimos seis años, pero sí en la vida. Un sistema de cuidados bien establecido y funcional vendría a cambiar los resultados en este rubro de manera importante. Si a las mujeres, indígenas, afromexicanas y pobres primero, se les abre el camino para aumentar su participación económica y de manera formal, es entonces cuando de alguna manera se podría reducir también la violencia física y psicológica ejercida contra ellas. No toda, pero sí en gran medida.

Claudia Sheinbaum lo sabe y lo enuncia. Lo promueve. México no solo tiene la obligación sino también la capacidad de cumplirlo. Ojalá ella haga que se cumpla.

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