Lo personal es político. Esta frase feminista volvió a retumbar en los vientres de las mujeres texanas, y quizás en los vientres de millones de mujeres más en todo el mundo. El miércoles en el estado sureño de la primera potencia mundial amanecieron con la noticia de que entró en vigor una ley que prohíbe la interrupción voluntaria del embarazo a partir de la sexta semana de gestación. Esta ley, promovida por el propio gobernador republicano, Greg Abbott, no incluye excepciones en caso de violación ni incesto, tan solo lo hace en situaciones de emergencia médica.
Horas antes, las clínicas de aborto en el estado presentaron sobredemanda. Ahora, la mayor parte de ellas podrían cerrar. Según datos de activistas en EU, 85% de las mujeres que abortan en ese estado lo hacen pasado este tiempo límite que impone hoy una de las leyes más restrictivas desde que en 1973 se declarara constitucional el derecho a decidir en ese país.
¿Ha leído usted The Handmaid’s Tale, de Margaret Atwood, o ha visto la serie adaptada que lleva el mismo nombre? Por si ese retroceso en la ficción en los derechos de las mujeres le parece increíble, la ley en la vida real además motiva a los individuos demandar a una clínica de abortos o a cualquiera que haya ayudado a alguien a abortar después del tiempo límite y exigir hasta 10 mil dólares por acusado comprobado. De nada han servido las apelaciones de diferentes organizaciones ante la Corte Suprema y un tribunal federal para bloquear la publicación de la ley. Ningún órgano se pronunció.
Y como es costumbre en la historia, en nuestra historia de todos los días, la aplicación de esta ley reduce drásticamente el acceso a la atención reproductiva para las mujeres de bajos recursos, las latinas y las mujeres de color. Un proyecto de la Universidad de Texas estimó que, entrada la ley, alrededor del 46% de las texanas que quieran interrumpir su embarazo podrían no conseguirlo sin violar el nuevo capricho político de los republicanos, y quizás la hipocresía política de los demócratas. El presidente Joe Biden consideró que la ley texana “viola flagrantemente el derecho constitucional”, pero tampoco se pronunció sobre acciones legales de su gobierno contra la nueva ley.
Lo personal es político fue un argumento utilizado como lema del movimiento estudiantil y de la segunda ola del feminismo, y cada que un derecho humano no se ejerce, cada que tenemos que recordarnos que las decisiones de los gobiernos impactan hasta nuestros lados más íntimos de nuestras vidas. Las mujeres tenemos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y el Estado tiene la obligación de proveer servicios de salud, que es otro derecho humano. Esta semana en México amanecimos con la noticia de que el ministro Luis María Aguilar Morales presentará ante el Pleno de la Suprema Corte de Justicia para eliminar la prohibición y penalización del aborto previsto en el Código Penal de Coahuila. Fue una buena noticia sin duda, pero que no se nos olvide un segundo, que de un segundo a otro podemos retroceder lo avanzado en años. Que la lucha política por el poder es en mucho discurso y menor grado ejercicio. Que a veces ni la constitucionalidad nos salvará si no estamos pendientes y exigiendo cada segundo nuestros derechos. Que no se nos olvide un segundo que hoy Texas es un estado violador, bajo el paraguas del latido fetal y del derecho de un ser sobre otro.
Periodista