Estados Unidos y China

comenzaron una nueva ronda de negociaciones, liderada por el representante Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, y el viceprimer ministro chino Liu He, ante la imposición de un arancel de 25% por 250 mil millones de dólares (mmdd) de productos chinos importados en suelo estadounidense y la amenaza de subirlos un 5% adicional el 15 de octubre. En esta ocasión las sesiones cerraron con optimismo por un arreglo entre las dos naciones, que evite una escalada mayor de este conflicto comercial, que ya tiene 15 meses de duración.

El gobierno de Donald Trump decidió realizar una escalada proteccionista contra China porque, a juicio de este, los asiáticos se han aprovechado de Estados Unidos, comercian de manera injusta y se apoderan de tecnología de manera inapropiada. Así, ambos gobiernos llevan ya más de un año enfrascados en una guerra comercial, con una tensión cada vez mayor por las repetidas imposiciones arancelarias del uno hacia el otro, que han acabado por mermar hasta el crecimiento global.

Adicionalmente, las consecuencias económicas para ambos países están a la vista: a) los aranceles han tenido un efecto alcista en precios. De hecho, un estudio reciente de Gordon Hanson apunta que por cada incremento tarifario de 1%, las importaciones chinas habían declinado 2% (actualmente México, incluso, es el primer socio comercial de Estados Unidos); b) el Medio Oriente industrial es el más susceptible a las medidas proteccionistas, pero el cinturón agrícola y hub tecnológico en Estados Unidos son, al final, los que más perderían por la guerra comercial, y c) las cadenas de suministro globales han sido afectadas y aún falta dimensionar todos los efectos que la tensión comercial ha traído sobre éstas; su diversificación ha alcanzado nuevos bríos.

El nuevo pacto no abarca todos los temas espinosos entre los dos países, empero básicamente, obligará al dragón rojo a comprar entre 40 y 50 mil millones de dólares en productos agropecuarios estadounidenses ―por cierto, acuerdo que está dirigido a un núcleo de votantes importantes para el presidente Trump―, y un manejo más transparente del yuan, así como algunos aspectos de propiedad intelectual.

Las noticias de mayor optimismo han hecho que los mercados bursátiles hayan revertido su tendencia descendente, que acusaban ya varias caídas al hilo y las empresas con mayor comercio entre ambos países hayan salido favorecidas por los inversionistas por la mejora en las expectativas en los negocios. Es claro que las voces del electorado estadounidense que se inclina por un juicio político de su presidente han aumentado y a éste le es importante obtener un acuerdo político/económico que le dé puntos para su reelección, al aligerar la complicada situación económica en ese país con un sector manufacturero parado, el de servicios desacelerándose rápidamente y apuntan hacia la recesión.

Si bien se considera que este es un arreglo parcial con la nación asiática, disminuirán las tensiones comerciales y evitará los aranceles que se prevenían para la última parte del año, aunque el alcance total de las tarifas no será efectivo hasta diciembre de este año. Quedarán pendientes la discusión del acceso de China a la tecnología 5G, transferencia de tecnología, en general, y el tema de subsidios, entre otros.

Por ahora los estadounidenses se muestran cautelosamente solidarios al libre comercio con el resto del mundo. Esto es importante para nuestro país, expectante de la ratificación del T-MEC, ya que incluso podría estar sujeto a revisión por parte de los demócratas, como ya hay indicios.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte

Email:idea@anahuac.mx

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