Un rosario de frustraciones azota al mundo, después de dieciocho meses de una pandemia que no acaba por terminar. Así fueron los retos exaltados en la última Asamblea Anual de la Naciones Unidas, en la que se demandó la acción decidida y urgente de las grandes potencias.
En primer lugar, está la desigual distribución de las vacunas contra el Covid-19. Incluso, se promueve una tercera dosis en naciones ricas, cuando algunas apenas han avanzado a vacunar a menos de 10% de su población, frente a mutaciones del virus más contagiosas y peligrosas.
La crisis del cambio climático es otro de los grandes pasivos de la gobernanza global. Las muestras del deterioro ecológico en incendios incontrolables, temperaturas extremas y olas de calor más intensas y frecuentes, así como aumentos en el nivel del mar e inundaciones que arrasan con poblaciones enteras, por mencionar algunas de sus manifestaciones, evidencian la incapacidad de los gobiernos por limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y la elevación de la temperatura más allá de dos grados centígrados para 2050.
Tal es el caso de Estados Unidos, después de cuatro años de desdén por el tema e incluso el rompimiento de acuerdos internacionales en la materia o la falta de decisión de Angela Merkel, de un mayor compromiso por la lucha contra el calentamiento global, y que deja a Alemania, la mayor economía europea como el cuarto emisor de CO2 en el mundo.
Si queremos detener este deterioro tan grave y rápido, las emisiones globales tienen que reducirse a la mitad para 2030 y llegar a cero para 2050, y esta es la consigna de mayor ambición climática con la cual se llegará a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26) en noviembre próximo, ante este desafío mundial sin precedentes.
La creciente polarización de Estados Unidos y China es otra de las manifestaciones que rememora los tiempos de la Guerra Fría, que empezó con un encono, pero cuyo trasfondo es tecnológico. El escaparate que reúne a los representantes de 193 países congregó en esta ocasión de un “modo mixto” a jefes de Estado, quienes dejaron pregrabadas sus intervenciones.
Resaltan las del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, con argumentos que tratan de rescatar el multilateralismo, pero salpicado con acciones de rasgos unilaterales como el deshumanizado trato a migrantes, o la tensión con Francia y la OTAN por nueva la alianza Indo-Pacífico con Reino Unido y Australia.
Este nuevo acuerdo AUKUS no tiene más propósito que aumentar la presencia militar en las inmediaciones de China, por la amenaza que representa. A Estados Unidos le interesan estos dos aliados, que han aceptado unirse para romper el aislamiento internacional que impuso el Brexit al Reino Unido y porque permite a Australia abastecerse de una flota submarina nuclear que, por sí sola, hubiera sido incapaz de congregar y que le permite cancelar el acuerdo con una empresa francesa para la adquisición de dicha flota; además, refuerza su posición contra el país chino, cuya relación se tiñe de desencuentros a partir de la pandemia por Covid-19.
Asimismo, en la reunión de la ONU sobresalieron las promesas de Xi Jinping, quien declaró cerrar sus centrales de carbón en el exterior del país. También muchas promesas más, en torno a una mayor y mejor distribución de vacunas, renovados esfuerzos en la lucha contra el cambio climático y voluntad para evitar a “toda costa” una nueva Guerra Fría.
La pandemia por el coronavirus ha sido la problemática más urgente a la que se enfrenta la humanidad, pero no podemos olvidar los frágiles equilibrios geopolíticos como una amenaza latente, y al cambio climático, que representa el mayor desafío a largo plazo.
Lo cierto es que las alarmas están prendidas por el desgobierno que priva en el mundo por una humanidad dividida, cansada y friccionada. Esto resulta paradójico, porque después de haber experimentado una difícil y traumática experiencia de distanciamiento, estábamos llamados a renovar la conciencia social, en un marco de colaboración y cooperación universal.
Estamos frente a la oportunidad de que los países se puedan recuperar después de un 2020 desastroso, e incluir a los más desfavorecidos. Una oportunidad para que la economía del restante siglo XXI sea más verde, saludable, incluyente, segura y más resiliente. La participación de los más jóvenes es decisiva para poder aspirar a ello.
Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte
Email: idea@anahuac.mx