Sin duda uno de los principales desafíos para muchos países del orbe, incluido México, es la persistencia inflacionaria y en el balance de riesgos su trayectoria está sesgada al alza. Si bien la tendencia en el país el año pasado, fue a la baja (4.66% frente a 7.8% en 2022, la más alta en dos décadas) por el comportamiento en los índices de servicios y no subyacente, principalmente, se teme un comportamiento en precios complicado.
Cuando la pandemia ejerció un impacto paralizante en oferta y demanda, fue la disrupción de las cadenas de suministro la detonadora del problema inflacionario y por lo tanto se argumentó que se trataría de un fenómeno que el tiempo corregiría, cuando se normalizara la situación
Sin embargo, alrededor del orbe se ejecutó una política fiscal expansiva y una monetaria de “dinero barato”, que provocó una explosión de la demanda, lo que hizo cambiar de opinión sobre si la inflación podía tratarse como temporal.
En el caso de México, donde el estímulo fiscal fue casi inexistente, se conjugaron otros elementos que presionaron los precios; éste fue el caso del estímulo del consumo por la favorable reacción post pandémica en el mercado laboral y el incremento en el salario real. Además del aumento de precios de algunos commodities por la disrupción de la guerra Ucrania-Rusia, que también presionaron los precios internos, ahora es el sector servicios el que los jala.
Si bien la inflación en 2023 presentó una importante desaceleración, existe todavía un largo camino para llegar a la meta del Banco de México de 3% +/- un punto porcentual, que ahora está prevista hasta el segundo trimestre de 2025, mientras al cierre de 2024, se espera un aumento de 3.9% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). Por lo que aún estamos lejos de la estabilidad de precios, que además es un mandato constitucional para el banco central.
Ahora bien, hay elementos internos, los que representan riesgos al alza en los precios: el aumento del salario mínimo y el elevado déficit fiscal (4.9% respecto al Producto Interno Bruto). Por lo que el Banco de México actuará con cautela en las decisiones de política monetaria que tome (hay muchas presiones de demanda que deteriorarían las expectativas inflacionarias, si el ajuste es rápido) y se prevé que la tasa de referencia llegue a rondar alrededor de 9.25% al final del año, desde el pico histórico de 11.25% que se mantiene desde marzo pasado.
La Reserva Federal también empezará a recortar tasas con cautela para asegurar que los niveles de inflación se mantengan. El nivel deseado de 2%, aún se encuentra lejos de alcanzarse y sufrió un revés cuando el nivel de precios en diciembre aumentó más de lo esperado. Así que la baja de la tasa de referencia se hará pausadamente, si la inflación sigue moderándose y el mercado laboral también está más balanceado; así, se espera las disminuciones se produzcan a partir de junio (y no en marzo como se llegó a pensar) y que los intereses se ubiquen en un rango entre 4.5%-4.75% a finales de 2024.
Es de esperarse también que el descenso de altas tasas de interés que todavía prevalecerán este año, se dé primero en el vecino país del norte que tendrá por impacto desacelerar el crédito de consumo y por ende el crecimiento económico. El efecto en México tendrá un contrapeso, por la aceleración prevista del gasto, de acuerdo al consenso de varios analistas.
El panorama es complejo, sin duda, ante una evolución incierta en los precios, aunque se espera que la tendencia de desaceleración continúe en 2024, ante una mejor dinámica de la oferta y una menor demanda de los consumidores.
Sin duda, ambos países deberán fortalecer sus posiciones fiscales y financieras, así como robustecer sus instituciones, para un mejor desempeño futuro.
Catedrática de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México
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