Nos estamos aproximando inexorablemente a una recesión de gran impacto, la más severa desde la Gran Depresión, cuando la Organización Mundial de la Salud declarara al COVID-19 como pandemia y los países adoptaran diferentes formas de confinamiento.

Los primeros impactos de la pandemia en la economía mexicana, ya se han dejado sentir en los mercados. El fuerte golpe, al sector automotriz, entre otros, llevó a una caída de su producción de casi 99% en abril y de una contracción de alrededor del 30% en el primer cuatrimestre del año.

En ese mismo mes se registró una reducción de más de 555 mil empleos registrados en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Y el retiro de Afores por desempleo se disparó, aumentando 95.4% en abril respecto al mismo mes del año pasado. El tipo de cambio ha alcanzado una tasa de dos dígitos en su depreciación en lo que va de 2020 y las cotizaciones del petróleo se han visto impactadas por el confinamiento y la sobreoferta generada por la guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia, que llevó a que la Secretaría de Hacienda recortara a la mitad su pronóstico este año para el promedio de la mezcla mexicana, de 49 a 24 dólares por barril en los Pre-Criterios del 2021, por mencionar algunos ejemplos.

De esta manera, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), informó sobre la contracción real anual del 2.4% en los tres primeros meses del año y el pronóstico promedio entre analistas ubica la caída del Producto Interno Bruto en 7.3% en 2020.

Esta crisis, además de que no será como ninguna otra que hayamos vivido por su profundidad, tampoco lo será por sus características. Tanto la oferta como la demanda se han visto afectadas. El cierre de plantas ha significado una menor actividad productiva y el confinamiento ha provocado una demanda más baja, que a la postre ha incidido en una reducción de la actividad económica.

Así, los principales elementos de la demanda agregada han experimentado bajas importantes. El consumo y la producción industrial en abril muestran caídas de dos dígitos y la perspectiva es de contracción durante este año. A su vez, las exportaciones se han visto disminuidas por la menor demanda mundial y la disrupción de las grandes cadenas de valor; tan solo la exportación automotriz se contrajo 90% en abril.

La insuficiencia de la implantación de políticas fiscales oportunas y contracíclicas en un escenario de profunda recesión implicará una importante destrucción de empleos. La estimación final dependerá de qué tan aguda sea la caída del PIB, pero se estima que la pérdida será mayor a un millón de puestos de trabajo.

Las autoridades monetarias han tratado de mitigar el impacto de la crisis y han acelerado el relajamiento monetario y facilitado la liquidez. El espacio que tiene el Banco de México para seguir bajando su tasa de referencia es amplio ante una disminución de la tasa de crecimiento en precios. La inflación anual prevista para este año es de 2.4%.

A pesar de un escenario económico de crisis este año, la economía mexicana se encuentra en una posición diferente a otras: presenta un déficit fiscal manejable; no habrá un riesgo de balanza de pagos (v.gr. el desequilibro en cuenta corriente será de alrededor de 1% del PIB); existen mayores niveles de solvencia en el sistema financiero; autonomía del banco central y libre flotación del tipo de cambio, lo que posibilita amortiguar choques.

Ahora bien, la pandemia ha exhibido el agotamiento del pacto federalista en México y, de acuerdo con expertos, este acabará modificándose. La reforma fiscal luce inaplazable. La drástica baja de los precios del petróleo ha empeorado la situación de Pemex y este es, sin duda, el talón de Aquiles de la economía mexicana.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte
Email: idea@anahuac.mx

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