Tras saberse ganador de las pasadas elecciones en Estados Unidos, Donald Trump ha manifestado que impondrá un arancel extra de 10% a las importaciones de China, pero también 25% a todos los productos importados de México y Canadá.
Esto representa un gran desafío, incluso de entre los mayores, históricamente hablando, en la relación bilateral Estados Unidos y México.
En efecto, ya que más allá de estas amenazas, hay promesas de campaña que ganó votos de manera importante en las pasadas elecciones a Trump, por el tema que está detrás de estas declaraciones que es la recuperación de empleos. Y que, incluso, el premio Nobel de Economía Paul Krugman lo denomina como una manifestación de “economía clientelista”, por el carácter discrecional que conllevaría aplicar dichos aranceles o eximirlos a empresas ligadas al partido ganador.
Es más que sabido, las repercusiones de una política proteccionista de esta naturaleza sobre su impacto inflacionario y al final de cómo una decisión “populista” tiene costos severos sobre el crecimiento económico de en el largo plazo, entre otros efectos macroeconómicos perversos.
¿Cuál será realmente la política comercial del recién electo presidente Trump? Es una pregunta importante, cuando las señales son mixtas. Con autoridades nombradas en el área de comercio Lutnick y Bessent en la tesorería, se pensaría en una política arancelaria, menos agresiva, como ya varios analistas lo han señalado, pero luego el mismo Trump revive con todo vigor las amenazas.
Ante este marco de incertidumbre, se reitera la necesidad de tener un equipo negociador de máxima altura, y preparación, un frente común nacional, bajo el comando de la Secretaría de Economía y la necesidad de exaltar de cómo la conformación de una región de Norteamérica más integrada y consolidada, es una apuesta ganadora para los tres países y la construcción de un frente común más amplio, incluso, contra China. Son precisamente las empresas estadounidenses las que serían las mejores interlocutoras a favor de bajar la tensión arancelaria. Porque lo que no cabe duda es que la versión “trumpiana” de esta nueva política comercial, será mucho más agresiva que la exhibida en su primer término. Y tal vez, la moneda de cambio para México será ceder en otros frentes igual de importantes, para la nueva administración estadounidense, llámese migratoria y de seguridad fronteriza, de hecho, la amenaza ya tiene condicionantes y en principio, nuestro país está abierto a tender puentes en estos aspectos. Entrar en un conflicto comercial con aranceles impuestos por México a las importaciones estadounidenses en contrapartida, ya sabemos en qué acaba, miremos la evidencia China: es entrar al “abismo”. Lo importante, entonces, es no caer en las provocaciones.
El “America First” viene con todo en esta nueva vuelta y donde habrá dos salidas, con relación a la política comercial y en general, exterior, ¨aliado” o “enemigo”, y pareciera lógico estar del lado de nuestro principal socio comercial y no escalar el tema arancelario.
La construcción de escenarios es el imperativo en estos momentos, cuando no se sabe hasta dónde llegará la retórica amenazante en su demanda por ciertos intereses de negociación o ésta se acabe haciendo realidad. Máxime cuando ya se sabe de puntos de fricción, auto infligidos en la revisión del T-MEC y desacuerdos comerciales en éste. Más que nunca la convicción de cumplir los estándares de competencia, transparencia y eficiencia que impone este acuerdo comercial, irá más allá de la “buena voluntad”.
La integración con América del Norte, entra a una nueva etapa. Y estas discrepancias en materia comercial, están imprimiendo un tono de cautela a las inversiones; así lo demuestran los indicadores de confianza empresarial publicados en noviembre por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía e Informática (Inegi), que se mantienen con variaciones negativas respecto al año anterior. El desarrollo de infraestructura y al apoyo a pequeñas y medianas empresas, serán esenciales en este entorno de incertidumbre.
La economía mexicana cierra el año, con una perspectiva no tan favorable para 2025 y que se presume se complicará aún más, por las presiones de las finanzas públicas, lo que sugiere que la reforma fiscal no se siga postergando.
*Catedrática de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México
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