En medio de una coyuntura contrastante, donde unos países se están enfrentando a terceras olas de la pandemia, otros con control de ésta y números de casos y muertes a la baja, la interrogante es cuándo será el momento en que la situación sanitaria global logre estabilizarse.
Asimismo, después de largos meses de incertidumbre y muertes masivas por contagios por el Covid-19, una pregunta que se hace ahora es cómo reiniciará la actividad económica en el regreso.
En esta coyuntura sucedieron muchas cosas, desde la implementación de políticas monetarias laxas e incluso “no convencionales”, inundando a las economías con dinero barato, hasta estímulos fiscales y subsidios a sectores estratégicos. Existen muchos cuestionamientos, entonces, sobre los patrones futuros de crecimiento de los países desarrollados, la sostenibilidad fiscal y el manejo de la deuda, así como de la política pública en general.
La Unidad de Inteligencia Económica de The Economist nos ofrece varios argumentos, que se exponen a continuación.
Para comenzar, la política fiscal, que en muchos casos fue contracíclica, ahora experimenta deterioro en sus indicadores, con un consecuente aumento de la deuda pública. Una reducción del gasto público luce complicada ante la necesidad de afianzar la recuperación, por lo que se discuten algunos aumentos de impuestos. Por lo general, los asociados a las ganancias del capital o a la propiedad son los más apuntalados, si bien pesa el desincentivo que ello provocaría para la inversión. Otros discutidos son sobre las empresas altamente contaminantes, que también ayudarían a mitigar las emisiones de los gases efecto invernadero.
Sobre la política monetaria, la interrogante es cómo salvar el “estancamiento secular” -situación de bajo crecimiento económico por un tiempo prolongado-. La inyección de liquidez a través de tasas de interés prácticamente en cero en Japón, Europa y Estados Unidos no puede ser permanente.
Sin embargo, el Banco de Japón se encuentra atrapado en esta ola expansionista, en tanto el Banco Central Europeo mantendrá una posición acomodaticia en función del desempeño económico, y la Reserva Federal de EU ha manifestado no elevar su tasa de referencia hasta no ver la tasa de desempleo caer al nivel de 5%; sin embargo, el rebote inflacionario está resultando un contrapeso.
En general, se espera un aumento en precios en 2021, a medida que la recuperación avance, pero se espera que la inflación se modere en el periodo 2022-2025.
Un aumento de las tasas de interés en un lapso próximo presionará el servicio de la deuda pública, por lo que el tema se ha posicionado en el centro del debate de coyuntura económica, ya que, además, pondría en “contra de la pared” a empresas que incurrieron en endeudamiento para sobrevivir, aprovechando réditos bajos. De hecho, el banco central de Brasil ya subió sus tasas con el afán de limitar la salida de capitales y evitar una depreciación abrupta de su moneda, y esto podría marcar tendencia a que otros bancos lo empiecen a hacer.
Si estas alzas llegan a provocar mayores quebrantos corporativos, el nivel de desempleo se elevará aún más. Esto implicaría un elevado costo político, lo que presionaría a que muchas economías ejecuten reformas laborales, por lo que todo parece indicar que las medidas monetarias “no convencionales” serán una constante en las naciones más avanzadas por un periodo más largo.
Al parecer, muchas economías optarán por un escenario de baja productividad y menor endeudamiento ante sus ya altos niveles y subinversión. En este sentido, para muchos países desarrollados una nueva era de bajo crecimiento e inflación será la norma por algunos años.
No cabe duda que la pandemia cambió a la economía global, dejando a su paso grandes desafíos.
Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte
Email: idea@anahuac.mx