Valentina Starcovich/Latioamérica21
Tras un escenario que vaticinaba un empate técnico, el pasado domingo 24 de noviembre los uruguayos eligieron a su nuevo Presidente. Yamandú Orsi del Frente Amplio se impuso al nacionalista Álvaro Delgado con un 49,8% de los votos frente al 45,8% de su adversario. Así, el país terminó la jornada conociendo a su Presidente antes de lo previsto, con Delgado asumiendo la derrota y Luis Lacalle Pou felicitando de inmediato a su sucesor e invitándolo a trabajar en una “transición ordenada”. Todas señales de que la democracia uruguaya goza de muy buena salud.
Una vez declarada la victoria de la fórmula de Yamandú Orsi y Carolina Cosse, Uruguay vuelve a mirar hacia la izquierda, en un giro que lejos está de ser radical respecto a lo alcanzado por la administración centroderechista del nacionalista Lacalle Pou. A diferencia de los vuelcos que acontecen en muchos de los países de la región, el cambio de signo político en Uruguay procura generar consensos entre todos los actores políticos. En su primer discurso, Orsi reiteró que sería el Presidente que “convoque una y otra vez al diálogo nacional”.
No obstante, el modelo de país que pretende liderar Orsi dista de la propuesta de continuidad a la cual apostaba su opositor. Las bases programáticas del Frente Amplio apuestan a poner foco en los sectores populares, los más descontentos con las transformaciones liberales de la administración saliente. El nuevo gobierno abogará por combatir las desigualdades y reforzar el rol del Estado como garante de los derechos fundamentales, así como combatir la escalada de violencia que atenta contra el control de la seguridad pública. Este último punto, pese a que se trata del área de discusión más álgida, no es un debe propio de la gestión de Lacalle Pou, sino un problema heredado de sus predecesoras.
El mea culpa de la Coalición Republicana: ¿exceso de confianza?
A pesar de que Delgado apostó por la renovación de la Coalición Republicana, liderada por el Partido Nacional y que contó con el apoyo de los líderes de los partidos Colorado, Independiente, Cabildo Abierto y Constitucional Ambientalista, los esfuerzos no alcanzaron para conservar a los votantes. Si bien la suma lineal de los votos de los partidos coalicionistas en primera vuelta superaba casi que en un 4% a los obtenidos por el Frente Amplio, el comportamiento electoral de los uruguayos demostró que, aun con poca volatilidad, siempre tiende a variar.
En una resonada entrevista, el excandidato colorado, Andrés Ojeda, alegó que la fuga de votos desde su partido para la izquierda era un mero relato, no así una realidad. Y aunque difícil saber desde dónde migraron los más de 120.000 votos que ganó el Frente Amplio entre ambos comicios, es evidente que la Coalición no cumplió con el objetivo de retener de votos.
Desde la implementación del sistema de segunda vuelta electoral con la reforma Constitucional de 1997, Uruguay ha tenido que recurrir a esta instancia en cinco ocasiones, habiendo salido vencedor de la misma los tres principales actores políticos: Partido Colorado (1999), Frente Amplio (2009, 2014 y 2024) y Partido Nacional inaugurando la Coalición (2019). De todos estos comicios, el Frente Amplio participó a uno de los lados y, entre ambas vueltas, aumentó su caudal de votos entre un 4 y un 9%.
El Parlamento nuevamente en manos de una mujer
Así como la Torre Ejecutiva tendrá un nuevo inquilino, a la actual vicepresidenta Beatriz Argimón le toca entregar las llaves del Senado a la nueva vicepresidenta, Carolina Cosse. Mientras que Orsi centró su carrera política en la administración departamental, el currículum de Cosse tiene varios apartados de relevancia. En virtud de su perfil técnico, esta ingeniera ocupó diversos cargos en el Ejecutivo durante las presidencias de Mujica y Vázquez, primero como Presidenta de la Administración Nacional de Telecomunicaciones y luego como ministra de Industria, Energía y Minería. Sin embargo, su experiencia en el Legislativo es relativamente escasa, asumiendo como senadora en febrero de 2020 y renunciando a finales de ese mismo año tras ser elegida Intendenta de Montevideo.
En cierta forma, Cosse tiene la gobernabilidad del Senado asegurada, dado que el Frente Amplio cuenta con la mayoría en dicha Cámara, algo de lo que no gozó Argimón durante su Legislatura. Aun así, la vicepresidencia es, sin lugar a duda, un ámbito donde se deben conciliar acuerdos, por lo que el principal desafío de Cosse será el de poner orden, practicar la negociación y ensayar la escucha.
De esta forma, Uruguay culminó de forma excepcional otra instancia cívica, siendo un faro de esperanza en un continente tan diverso como desigual. La pradera levemente ondulada vuelve a ser ejemplo a nivel internacional de convivencia y, sobre todo, de democracia. Lacalle Pou y Argimón entregan a Orsi-Cosse un país funcionando, una ciudadanía que confía en sus instituciones y la esperanza de un futuro mejor. En 2030 se evaluará al próximo gobierno, de momento seguimos admirando las tradiciones políticas del país.