Por: Detlef Nolte
Altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos advierten regularmente a sus contrapartes en América Latina sobre la creciente presencia económica de China. Esto conduce, según su discurso, a la dependencia y una creciente influencia de China en las políticas de los gobiernos latinoamericanos. Al mismo tiempo, Estado Unidos está ejerciendo presión política y económica sobre los gobiernos latinoamericanos para excluir, por ejemplo, a empresas chinas de la concesión de licencias 5G. Esta injerencia en los derechos soberanos de estados independientes no es nada nuevo para América Latina como tradicional “patio trasero” de la potencia del norte. Pero ahora esta injerencia también es evidente en Europa.
Bajo la presidencia de Joe Biden, Estados Unidos, al igual que los gobiernos europeos, está nuevamente abogando por un orden mundial liberal basado en reglas que se aplican a todos por igual. Pero al mismo tiempo, Estados Unidos reclama el privilegio de ignorar estas reglas a voluntad.
Esto es exactamente lo que sucede con las sanciones extraterritoriales y unilaterales contra la construcción de un gasoducto de gas natural entre Rusia y Alemania que atraviesa el Mar Báltico. El gasoducto Nord Stream 2 —que reforzará Nord Stream 1 en funcionamiento desde 2012—tiene 1.230 kilómetros de longitud y a fines de marzo faltaban solamente 121 kilómetros. Sin embargo, Estados Unidos se ha marcado el objetivo de evitar que se complete el último tramo con sanciones dirigidas a empresas relacionadas con el proyecto.
Las sanciones se basan en una ley del Congreso de Estados Unidos que tiene como objetivo autoproclamado la protección de la seguridad energética de Europa. Si no se tratara de Europa, casi se podría hablar de una ley neocolonialista. Estados Unidos define y decide unilateralmente cómo Europa preservará su seguridad energética frente a Rusia y reivindica el derecho a imponer sanciones a empresas europeas. Uno se siente tentado a decir que, con amigos como estos, ¿quién necesita enemigos?
Las sanciones a las empresas especializadas en la colocación de tuberías se implementaron inicialmente bajo la administración Trump y se ampliaron en 2021 a un espectro cada vez amplio de empresas relacionadas con la construcción del gasoducto, incluyendo empresas participando en la financiación del proyecto, aseguradoras y certificadoras. El nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, se ha posicionado claramente contra el proyecto y el gobierno estadounidense está considerando el nombramiento de un enviado especial para frenar Nord Stream 2.
El Gobierno alemán considera ilegales las sanciones extraterritoriales de Estados Unidos que no están legitimadas por el derecho internacional. Que Estados Unidas imponga multas a empresas europeas que hacen negocios de manera legítima supone una violación de la soberanía europea. Además, Estados Unidos quiere aprovecharse económicamente de las sanciones y externalizar los costos de su política contra Rusia.
Una decisión del gobierno alemán de no continuar con el proyecto podría resultar costosa. Las empresas involucradas en el proyecto podrían reclamar legalmente indemnizaciones calculadas en unos 10.000 millones de euros. Como alternativa al gas ruso, la administración Trump estaba promoviendo el gas natural licuado (GNL) estadounidense, apodado como "gas de la libertad", cuyo precio no suele ser competitivo con el gas ruso. Y, mientras Estados Unidos está preocupado por la dependencia energética de Europa, la agencia Bloomberg informó que según sus cálculos los envíos de petróleo ruso a Estados Unidos alcanzaron el récord el año pasado.
Rusia incluso superó a Arabia Saudita para convertirse en el tercer mayor proveedor de petróleo de Estados Unidos. Los ingresos en divisas de Putin —en dólares estadounidenses— parecen ser menos preocupantes para Estados Unidos que sus ingresos por la venta de gas natural a Europa.
El gasoducto no aumentará la dependencia energética de Rusia, a largo plazo la demanda de gas natural disminuirá debido a la transición hacia energías renovables en Europa. Sería una estrategia más inteligente y menos conflictiva de Estados Unidos ayudar a acelerar este proceso.Y como fase intermedia, el gas natural, de todas maneras, es más ecológico que el carbón.
Si se concretiza la interrupción del tramo final del Nord Stream 2, Rusia podría extorsionar a Ucrania transportando menos (o en el caso extremo ningún) gas a través de los gasoductos que atraviesan y abastecen al país vecino. Estos efectos secundarios se pueden abordar de otras maneras (como ya sucedió con garantías para Ucrania) y no necesariamente requieren que se detenga Nord Stream 2.
Hay que admitir que también existen objeciones al gasoducto en Alemania y otros países de Europa. Se puede discutir si Nord Stream 2 se volvería a construir hoy desde un punto de vista ecológico. Las sanciones pueden justificarse en determinadas condiciones, pero no deben socavar el mismo orden jurídico internacional que pretende proteger. La ley no puede aplicarse retroactivamente a empresas europeas que se comprometieron con el proyecto en otras condiciones, los contratos deben respetarse —Rusia ha cumplido sus obligaciones contractuales con Alemania en el pasado—, y las leyes nacionales no deben aplicarse empresas de terceros países que se comporten de acuerdo con las leyes locales.
Si Europa no pueda proteger a sus empresas de las sanciones ilegales de Estados Unidos, ¿qué pasará entonces con la tan invocada autonomía estratégica? A lo mejor las futuras cumbres UE-ALC deberían incluir el tema de las transgresiones estadounidenses en la agenda y adoptar una posición común; especialmente porque el tema no es nuevo en América Latina.
Quizá en algún momento se le ocurra a algún senador estadounidenses crear una ley para proteger a América Latina de China y sancionar a las empresas que hagan negocios con el país asiático.¿Parece una exageración? Si Estados Unidos logra imponer su legislación incluso en Europa, ¿qué debería impedir que lo haga en América Latina? Se debe tener precaución cuando Estados Unidos declara su intención de proteger a sus amigos.
Detlef Nolte es politólogo e investigador asociado del German Institute of Global and Area Studies - GIGA (Hamburgo, Alemania) y del German Council on Foreign Relations (DGAP). Fue Director y Vicepresidente del GIGA.
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